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Vigilancia y castigo

JAIME PASTOR ROSADO
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A primera vista, poco o nada tiene que ver el feo asunto de Twitter (posible operación censura), con los planes del ministro Gallardón relativos a la implantación de la cadena perpetua (de momento revisable). Pero a poco que reflexionemos, se hace evidente que ambos episodios forman parte de un todo de siniestra actualidad: la intensificación, a todos los niveles, de la vigilancia y del castigo, dos lacras de honda raigambre totalitaria que ya Foucault identificó como componentes esenciales de nuestra cultura, supuestamente asentada en los principios de la libertad y los derechos.

Todo apunta a que en el llamado mundo democrático vuelve a crecer el gusto de los poderes establecidos por vigilar y castigar. Todo parece venir a confirmar que nos deslizamos lenta pero inexorablemente desde una democracia defectiva, demediada, hacia un régimen con evidentes tics totalitarios. De momento, la justificada preocupación ciudadana ante los efectos de la crisis (o gran estafa, como dicen algunos) está derivando en verdadero miedo. Y el miedo, ya se sabe, nos impulsará instintivamente a pedir anestesia para que la sumisión resulte un implante indoloro.

Así, mientras que a nivel global los amos de las redes se disponen a izarlas una vez que estamos todos metidos en ellas, según rezaba una reciente viñeta de El Roto, aquí el ministro Montoro se afana en diseñar un auténtico plan de vigilancia y castigo: a las autonomías no se les permitirá endeudarse, pero sí que se les obligará a ello para pagar la multa (un 0,2% del PIB) que se les impondrá como castigo en caso de caer en desgracia. Se dirá que una tal medida sancionadora está justificada en razón del necesario equilibrio presupuestario.

Sinceramente, manifiesto mi ignorancia en asuntos tan esotéricos. Pero lo que no se me escapa es la perversa minuciosidad, el concupiscente regodeo, con que el ministro Montoro describe la cruel maquinaria legal que está elaborando para castigo de herejes y pecadores. Se nota que nuestra derecha de aquí es la misma derecha desconsiderada y mediocre que gobierna Europa y el mundo. Derecha que, en definitiva, asume con delectación la operación mundial de vigilancia y castigo. El dogma contable envalentona a estos nuevos instigadores de una renovada Inquisición. Menos mal que al paso que vamos, a los plebeyos nos cogerán con los bolsillos totalmente vacíos, sin nada que declarar.