La hora de irse
Actualizado: GuardarHan dejado la puerta abierta para que no haya aglomeraciones y no se mezclen los que quieren entrar con los que desean salir. El recinto al que da acceso es a la vez terrible y codiciado. Se llama trabajo y el Gobierno está dispuesto a buscarle una solución: ya que no puede aumentar el número de los que desean entrar aspira a que se vayan antes los que están dentro. El «factor de sostenibilidad» anda dando tumbos y el orden de sus diversos factores altera el Producto Nacional Bruto. El cobro de las pensiones empieza a correr peligro precisamente a la edad en la que menos le gusta correr a las personas mayores.
Siempre que oímos hablar de convenios a nivel de empresa y de anteproyectos de ley, los españoles de cualquier edad nos echamos a temblar, pero ahora tendríamos que echarnos a llorar. Pronto serán seis millones de jóvenes los que en el carné de identidad hagan figurar como profesión el oficio de «desempleado». Para colocarlos habría que desalojar la estancia, pero como la crisis es también de acomodadores, se piensa que es preferible que no se escape nadie que tenga una localidad, por muy incómoda que sea. Quiere decirse que van a retener incluso a los culos de mal asiento y a los que protestaban, siempre con parte de su indivisible razón, por el salario, que desde la estafa del euro le cunde menos incluso al señor Urdangarin.
¿Cuál será la hora ideal para retirarse del trabajo? Para muchos es la víspera del día en que fueron contratados, pero hay mucha gente que no merece el epitafio ese de «Sigue descansando» porque se ha partido el pecho suficientemente y ni siquiera aspira a colocar sobre él la Medalla del Trabajo. Esa condecoración se le suele dar a quienes ordenan cómo deben realizar su tarea los otros. Tiene la ventaja de que por mucho esfuerzo que hagan nunca sudan los que la desempeñan. Su brillo se debe a otras causas.