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Pilar Piñero y Cándido García en su nueva churrería, frente a una foto de sus abuelos. :: J. M.
Sociedad

Vuelven los churros de 'El Barriga'

Cándido García recupera de su abuelo la antigua fórmula y la forma de elaborar el producto Un nieto de Antonio Sánchez y Pepa Vega abre un establecimiento en Puerto Real

JOSÉ MONFORTE
CÁDIZ.Actualizado:

En Puerto Real eran toda una institución. Hace 5 años, Pepa Vega Rodríguez tomaba la dura decisión de cerrar su churrería de la calle Nueva, situada justo al lado del mercado y donde había pasado gran parte de su vida. Su marido, Antonio Sánchez Estévez, el que hacía los churros con la ayuda de su nieto Cándido García Sánchez, había fallecido y a sus 87 años ya era hora de dejarlo.

Ahora tiene 92 y ha visto con gran alegría como Cándido, en unión de su mujer, Pilar Piñero Riquelme, han recuperado la tradición familiar.

El puesto de Antonio y de Pepa, situado a pocos metros de una de las entradas del mercado de abastos de Puerto Real, era famoso por la calidad de sus churros pero también por la peculiar manera de Pepa de servirlos. Los cortaba con las manos, ya ni se quemaba. Estaba inmunizada contra el calor después de tantos años y había adquirido tal maña que ya no le era necesario ni pesar los churros para lograr el peso exacto que le había pedido el cliente.

La estampa se repetía con cada comprador. Pepa ponía cuidadosamente los churros en el papel de estraza, lo cerraba y ya entonces, con una gran sonrisa, ponía el paquete sobre el peso, que indicaba, siempre, la cantidad que había pedido el cliente, ni 10 gramos más, ni 10 menos.

Cándido y Pilar no llegan a tanto. Ellos sí utilizan el peso para pesar los churros que hacen cada mañana en el establecimiento que acaban de abrir en la calle San Fernando número 1 de Puerto Real, concretamente el pasado 20 de diciembre. Están a unas calles de donde estaba situado el puesto de los abuelos, pero ellos están muy presentes en el local. A las ocho de la mañana comienzan a salir las primeras ruedas. Cándido, que estuvo trabajando algunos años junto a ellos en el puesto de la calle Nueva, utiliza incluso el mismo molde que usaba Antonio Sánchez Estévez. «Los churros salen un poco más gordos porque el tenía puesto un boquete un poco más grande al final del molde». Cándido utiliza incluso la misma harina de el abuelo, Don Churrito, un producto especial para hacer este delicioso producto que elabora la harinera Virgen de los Milagros de El Puerto. Lo único que ha cambiado es el perol donde se hacen, que lo ha comprado nuevo. La fórmula: harina, agua hirviendo, sal y levadura es la misma que le enseñó su abuelo. El amasado logra que le salgan algo más esponjosos que otros del mercado y esto, junto a un dorado intenso, hacen que estos churros tengan su personalidad.

Cándido utiliza incluso el mismo método que su abuelo para echarlos en el perol. Se coloca una pequeña tabla en el pecho y con las agarraderas que tiene el molde va tirando hacia su propio cuerpo con los brazos, haciendo que así vaya saliendo la masa por el otro extremo. Ha preferido mantener este método, el de su abuelo, y no comprar las churreras que se utilizan ahora en el mercado y que evitan al cocinero realizar este esfuerzo.

Tradición

En unión del churrero Manuel Gómez del puesto de Ana, Cándido es ya de los pocos profesionales que utilizan este molde e indican que lo hacen «porque así salen mejor». Los churros se pueden comprar tanto para llevar (a 7 euros el kilo) como también en el mismo establecimiento, tanto en la barra, como en unas mesas que hay dispuestas. También tienen chocolate caliente para acompañarlos, además del café.

Los churros los hacen tanto por la mañana como por la tarde para la merienda, excepto los lunes por la tarde que cierran. El establecimiento está lleno de recuerdos de los abuelos con fotos tanto de la churrería que tenían en la zona de El Porvenir como la que luego regentaron junto al mercado, donde también, recuerda Cándido, hacían patatas fritas.

Lo de 'El Barriga' es en honor al apodo que siempre ha tenido la familia. Se lo pusieron a su bisabuelo al que bautizaron en Puerto Real como 'El Barriga verde' y desde entonces se les ha quedado, a pesar de que ninguno de ellos está gordo.

Este churrero, que tiene ahora, 38 años, ya hacía churros con 15, cuando trabajaba con su abuelo. Pilar Piñero, que le acompaña en esta aventura empresarial, también conoce el oficio de la hostelería ya que lleva quince años tanto en este sector como en el de la pastelería, concretamente en Lérida donde ha estado algunos años.

Pilar, además, realiza para el bar algunos dulces como tortas de miel y piñones o de anís. También venden pan, algunos bocadillos y unas rebanás de pan de pueblo que preparan con pimientos y berenjenas asadas y anchoas.