La orquesta del Titanic
Actualizado:Dicen que son malos tiempos para la lírica, menos en Cádiz, donde seguimos cantando a las cosas bellas más que satirizando o denunciando las que no nos gustan, que cada vez son más abundantes. Será que ya estamos hecho a casi todo y ni siquiera somos un pueblo cabreado ni fatalista: ir para nada, como dijo aquel, es tontería.
O nos lo creemos todo o de verdad que poco nos importa. Le preguntaron una vez a Cary Grant por su éxito en la vida, y el actor respondió con ironía inglesa: «Todo el mundo quiere ser Cary Grant. Yo también quisiera serlo». Lo mismo nosotros, y toda esa gente que viene a cantarnos desde el quinto pino. Todos quisiéramos ser ese pueblo despreocupado, desocupado, cantarín y maquillado que mire los años por los febreros y vive como Adán en el paraíso, en ese mundo de realidad virtual que nos hemos hecho a medida y donde todo es como debe ser, y si no ya se arreglará solito.
No es que nos de lo mismo quién nos gobierne: es que nos da lo mismo que nos gobiernen. Seguimos yendo a nuestra bola, inconscientes de que igual un día se nos acaba todo esto. Somos el pueblecito de Astérix. Y ojo que lo mismo es bueno no perder la sonrisa, ni las ganas de cantar, ni la poesía inherente a una cuarteta. Ojalá de verdad todo el año fuera febrero. Pero si el Titanic se nos hunde, y ahí tienen ustedes las cifras espeluznantes, se salvará quien llegue primero a los botes salvavidas, y no parece que estemos por la labor de echar una carrerita y saltar a bordo.
Con cuatro palabritas finas, como decía el maestro Carlos Cano, da lo mismo que nos las digan o que las digamos. Segundo puente, nuevo estadio, el bicentenario. Cambiarlo todo para que nada cambie. Más importante el papel donde se hacen los anuncios que el hecho físico donde ese anuncio se hace realidad. De momento, así, se sobrevive. Somos la orquesta del Titanic que acepta con resignación, y quizá con honra, que el agua le llega ya a los zapatos.
El Titanic, por cierto, se hundió hará cien años en abril. Se le dará mucha más cancha mediática que a nuestro Bicentenario.