La familia salvavidas
Está por ver cómo responde a los fuertes vaivenes que sacudirán su estructura con la crisis que no cesa
Actualizado: GuardarDe aquellas familias numerosas en cuya puerta relucía un Sagrado Corazón con la jaculatoria: 'Bendice esta casa' y donde un puchero cundía para aliviar la gazuza de extensas proles que se llevaban un año escaso y heredaban casi todo de los hermanos mayores queda solo el recuerdo. Para qué hablar de las que rezaban el rosario entre bostezos de los más pequeños dormidos a la primera vuelta de las cuentas en el regazo de su abuela. Como minúsculas tribus apretadas en un refugio de 60 metros cuadrados, con o sin ascensor, en los años del desarrollismo aquellas familias construyeron el futuro, cuidaron de los viejos, educaron a los jóvenes, cocinaron para todos, atendieron a los dependientes; dieron posada a parientes próximos y lejanos, les consolaron durante la mili y les zurraron cuando las notas no alcanzaban el aprobado.
Asociado sin demasiado fundamento a la observancia religiosa dominante, el núcleo familiar como empresa de gestión social, económica, doméstica, emocional acabó intensamente impregnado de la diócesis y relacionado obligadamente con el colegio religioso, la revista 'Familia y Vida' o el padre Peyton que animaba a unirse padres, hijos y abuelos en la oración como si fuera una prolongación de la comunidad católica. Pero la sustancia que desde siempre dio sentido y fuerza al hecho familiar como tejido en red que sostenía y cohesionaba la sociedad local estaba más allá de factores exclusivamente confesionales para hundir sus raíces en la sangre, cultura, la identidad y algunos atavismos intemporales. Pero el hecho real es que el acelerado proceso de aconfesionalidad ha repercutido desgraciadamente en la fortaleza de ese tejido doméstico esencial como colchón social y en tres décadas la familia como centro de gravedad ha ido desplazándose con un rumbo no muy preciso. A la profunda sacudida que supuso la masiva incorporación de las amas de casa al trabajo remunerado hay que sumar el deseo de autonomía individual en todos los componentes del grupo, las nuevas modas en materia de pareja, los parámetros educativos diletantes y la extensión incipiente de un sistema público de dependencia que pretendía aliviar al núcleo familiar de las cargas más duras de enfermos crónicos o dependientes.
La socióloga Constanza Tobío describió, con justicia, a la familia como la más grande ONG del mundo y es cierto que donde no llega el Estado, la Iglesia o la solidaridad, llegan los lazos de sangre. Pero está por ver, y esta será una gran prueba de fuego, como responde a los fuertes vaivenes que traerán a la casa familiar hijos en el paro, expulsado de sus hipotecas impagadas, dependientes sin centros de día, deprimidos de la crisis, estudiantes sin futuro, eternos 'master' sin empleo, parientes pobres con un ladrillo delante y otro detrás.