Opinion

En el centro

Gobernar a golpe de bandazos, levantándose una mañana de derechas y otra de izquierdas, puede ser muy peligroso

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Ricardo Montoro (hermano del ministro) demuestra con datos del CIS que la escala ideológica del centro izquierda español ha perdido casi un millón de votos el 20-N, mientras que el centro derecha ha ganado 1,3 millones. Se confirma así que todo triunfo electoral en este país se juega en el centro, un punto de equilibrio más o menos alejado de radicalismos en uno y otro lado. Porque, al contrario de lo que pueda parecer, el centro no es la media aritmética entre los extremos. Ya se sabe que las estadísticas, aunque sean matemáticamente exactas, no siempre dicen la verdad porque nadie puede tener un hijo y medio, como tampoco existen pacientes que tienen 1,3 enfermedades. Tan cierto como que la línea recta no suele ser la distancia más corta entre dos puntos. No lo es cuando uno circula en vehículo por una gran ciudad en hora punta y tampoco cuando se trata de dar a alguien una mala noticia. Lo mismo ocurre en la política, que por muchas medidas de derechas que se tomen no son el antídoto irrefutable para compensar las que previamente se hayan anunciado mirando hacia la izquierda.

Es obvio que Rajoy no va a conseguir que el ala más liberal de su partido le perdone la subida de impuestos y la política de sesgo socialdemócrata con la que inauguró su mandato el 30 de diciembre, por mucho que se acerque ahora al flanco derechista con nuevas reformas legales. No es equilibrio sino funambulismo anunciar un retroceso de cuarto de siglo en la ley del aborto o prometer incluir en el Código Penal la cadena perpetua. Como en tantas cosas en la vida, tampoco en política el centro está en la sustitución sucesiva del blanco y el negro sino en los matices. Desde luego, parece poco coherente que el PP quiera ocupar, al mismo tiempo, su espacio y el de los socialistas aprovechando su ausencia del debate político. No resulta muy creíble alimentar las expectativas de un futuro político para la rehabilitación de Camps y pasarse de justiciero anunciando castigos penales para los malos gestores públicos. Subirse al carro de la tasa sobre transacciones financieras no va a anestesiar a los electores ante una previsible reforma del sector financiero que dé más alas a bancos y cajas aunque se limiten los sueldos de algunos directivos. Como tampoco surtirá el efecto somnífero la defensa de una flexibilidad europea con el déficit español (que ya pidió Rubalcaba en la campaña) si se les exigen más sacrificios a los asalariados, a modo de reforma laboral. Urge un proyecto homogéneo y unívoco. No es muy inteligente intentar copar, simultáneamente, los espacios del Gobierno y la oposición porque es imposible contentar a todos todo el tiempo. Además, gobernar a golpe de bandazos, levantándose una mañana de derechas y otra de izquierdas, puede ser muy peligroso porque nunca sabes de dónde te va a caer el péndulo.