Elogio de la pausa
Actualizado: GuardarEsto van a ser cuatro gotas, que dijo aquel meteorólogo bíblico en la víspera del día del diluvio universal. Se ahogaron hasta los peces, pero sobrevivieron los grandes, que continuaron comiéndose a los chicos y nadando contra corriente. El ministro de Economía, Luis de Guindos, que sí sabe lo que le ha caído encima, aunque no sepa si será capaz de soportar su peso, dice que el ajuste hay que hacerlo a un ritmo adecuado.
No nos achuchen más, por favor. Si se producen tumultos en la hilera de los parados, el conflicto puede traer cola.
¿Cuál es el ritmo adecuado? España, como otros países europeos, no tiene otra opción que avanzar en la senda de la austeridad presupuestaria y la reducción del déficit. En el lenguaje embustero de los partes de guerra a los retrocesos siempre se les ha solido llamar «avances sobre la retaguardia», pero los mariscales han venido siendo más serios que los hedonistas, ya que nunca es lo mismo una defunción que una deflación.
Cuando muere un soldado, cosa mucho más habitual que cuando fallece un alto mando, se le entierra con todos los honores, pero las víctimas de los tratados económicos no pueden oír himnos. Lo que llamamos deflación, que consiste en una reducción del dinero que circula, no tiene más que héroes anónimos. Habría que hacerle un monumento semejante al del Soldado Desconocido al contribuyente esquilado.
El señor De Guindos, del que renuncio a hacer un chiste demasiado fácil para averiguar de dónde nos ha caído, propone que el ajuste hay que hacerlo a un ritmo adecuado. Conformes, pero ¿adecuado a quién? Que no le hablen de políticas de crecimiento a los que ganan menos dinero todos los meses. Tampoco es aconsejable hablarles del tema a los parados, que no ganan nada, si no queremos oír una mala contestación. Una cierta pausa, que no es lo mismo que calma, se nos exige a todos, pero el fin de mes sigue siendo igual para todos.