El invencible Ciclón de Jerez
El diestro retoma, tras la cogida de Zaragoza, una intensa carrera que comenzó de niño
Actualizado:Qué más quisiéramos nosotros poder distinguir a todas y cada una de las familias jerezanas, pero es fácil comprender que no todas ellas tienen entre sus miembros a un intelectual, un empresario, un artista o a un torero de la talla de Juan José Padilla, como es el caso que nos ocupa ésta semana.
Conocimos a Juan José Padilla cuando aún era un jovencito que empezaba a despuntar como novillero. Tendría 14 o 15 años y tenía sobradas maneras y condiciones de torero. Lo que más lo hacía destacar de los demás chavales que entrenaban con él y que aspiraban a ser toreros eran dos cualidades: su enorme capacidad de lucha y espíritu de sacrificio para entrenar y prepararse para ese oficio y la forma educada y respetuosas maneras con la que se dirigía a otros profesionales y toreros ya consagrados a los que hablaba de usted y los trataba de maestros.
En un ambiente tan despiadadamente competitivo de celos, envidias y diferencias irreconciliables, Padilla siempre destacó por no hablar nunca mal de nadie, y menos de los compañeros de profesión. Él estaba centrado en prepararse físicamente y era lo que verdaderamente le preocupaba y a lo que más atención le prestaba. A pesar de su juventud, mostraba una gran seguridad en sí mismo, virtud que le sirvió para prepararse con el fin de alcanzar los objetivos que a lo largo de su todavía incipiente carrera se iba proponiendo. Su denodada afición y afán de superación hacían el resto, jamás cedía ante las dificultades, a las cuales vencía con su inquebrantable voluntad; era una máquina de superar retos y no se arredraba ante el dolor físico, ni jamás le oímos hablar del miedo, al que siempre nos pareció que consiguió vencer con una buena preparación y condición física.
A mediados de septiembre de 2011-unas semanas antes de su terrible cogida- hablamos con su padre para ofrecerle hacer un artículo de Juan José en las páginas de LA VOZ, para lo cual le pedimos fuera nuestro confidente, a fin de dar a su hijo la sorpresa de verse aparecer en un artículo que a doble página teníamos intención de dedicarle. Como quiera que apenas habíamos pergeñado la introducción, ocurrió el fatal desenlace del coso de la Misericordia de Zaragoza y, debido al enorme disgusto, decidimos dejarlo para más adelante, cuando el futuro nos prestara la calma necesaria y las imprescindibles esperanzas para escribirlo y ser bien avenida su publicación. Con el fin de conocer su estado de ánimo, recuperación y progresos, los contactos se han sucedido a lo largo de todo este tiempo, tras los cuales hemos considerado que había llegado el momento de reanudar la redacción del texto para que viera la luz esta semana, ya que circulaba la noticia de que el próximo día 4 de marzo reaparecerá en el coso de Olivenza, apenas cinco meses después de haber sufrido una de las cogidas más escandalosas y de características más dramáticas de la historia del toreo.
Vida
Pero volvamos a su vida. Juan José Padilla nació en Jerez el día 23 de mayo de 1973. Hizo sus primeros estudios en el colegio Tartesos, para continuar después en el de La Paz. Recibió su primera comunión en la parroquia de San Rafael, en la barriada Federico Mayo. Apenas contaba 12 años cuando fue presentado por primera vez en Alcúdia (Mallorca), aunque años antes ya daba muestras de su afición a los toros, participando en tentaderos y capeas, para posteriormente acompañar a su padre al campo a la vez que empezara a trabajar con él en la pequeña empresa familiar, reparto de pan y otras actividades.
No obstante, en su cabeza le rondaba con obstinada firmeza la decisión de ser figura del toreo. Después de participar en numerosos eventos en las plazas de las fincas del entorno jerezano y pequeñas actuaciones por la Escuela de Tauromaquia de Cádiz, que es donde se prepara, el 17 de septiembre de 1989 debuta en Jerez con picadores, siendo sus compañeros los también jóvenes Martín Pareja Obregón y Chamaco. Acude a las Ventas un año después, el 13 de julio, junto al también jerezano Juan Pedro Galán y Vicente Bejarano. Desde esa fecha su carrera es imparable, participando en numerosos festejos, hasta que el 18 de junio de 1994 toma la alternativa en la plaza de Algeciras, alternando con Pedro Castillo, Niño de la Taurina y Fermín Bohórquez.
Su arrojo, valor, fuerza y pundonor son características por las que destacaba y que sus paisanos supieron apreciar, ya que supuso un revulsivo para el toreo jerezano que estaba ávido de figuras valientes que lo representaran en todas las plazas, de ahí el sobre nombre de 'El Ciclón de Jerez', que tan acertadamente lo califica.
La confirmación de su alternativa la lleva a cabo el día 10 de septiembre de 1995 con toros del Marqués de Albaserrada para los también toreros Frascuelo y Juan Carlos Vera.
De entonces acá, la carrera de Padilla ha continuado gracias a su esfuerzo y espíritu de superación, y en un alto porcentaje a base de sangre, ya que desde que tomó la alternativa tuvo que vérselas con las ganaderías más duras: Miura, Vitorino, Pablo Romero, Cebada Gago... Y debido a tener que «tragar» y hacer el sacrificio de torearlas, se fue haciendo un hueco en las mejores plazas de España y trascendiendo en la afición y en el mundo del toro, aunque en la mayoría de las temporadas lo tuviera que hacer a costa de las cornadas.
De su trayectoria como el gran lidiador que es cabe destacar su actuación en la Feria de San Fermín de 1999, en la que salió como triunfador absoluto, cosa que fue capaz de conseguir con una corrida de Miura. En la temporada siguiente, -año 2000- obtuvo un clamoroso éxito en la Feria de Arlés, cortándole las orejas a un Pablo Romero. Otra tarde gloriosa fue el 9 de junio en Nimes. Con la misma ganadería logró triunfar en Logroño, en cuya plaza, al poco tiempo, cuajó una excelente faena a un toro de Victoriano del Río. No podemos dejar pasar por alto la Feria de Abril de Sevilla del 2000 en la que, a pesar de la paliza que le infligieron los toros de Miura, terminó cortando una merecidísima oreja.
Poderoso
Juan José Padilla es un torero poderoso que domina todas las suertes, que ejecuta un toreo basado en la profundidad y la fortaleza de la que es poseedor y que destaca en banderillas y por el uso del pase de la larga cambiada, que ejecuta de rodillas a porta gayola.
Tiene en su mente varias faenas con las que sueña con frecuencia, porque son las tardes que todos los toreros desearían repetir; tal fue la que con 12 años llevó a cabo en Alcúdia y cuyo novillo dedicó a sus padres diciéndole que sería matador de toros. Otra de ellas, que recuerda siempre, es la que realizó en Jerez a un toro de los Guateles, o la de El Puerto de Santa María a un morlaco de Gavira. Y, desde luego, la de la Feria de San Fermín del año 1999. Como también la de la Feria de Abril de Sevilla del año 2000, en la que -como ya se ha apuntado- consiguió cuajar un toro de Miura, a pesar de que éste vendió cara su vida propinándole una verdadera paliza.
Padilla es un torero al que nadie le ha regalado nada. Todo lo que tiene se lo ha ganado con un gran esfuerzo y sacrificio, y el puesto que ocupa en el escalafón del actual circuito taurino lo ha conseguido a base de arriesgar su vida en cada corrida y de la sangre que ha ido derramando en el albero de cada una de las plazas en las que ha toreado durante un buen número de tardes aciagas.
No cabe duda, a tenor de la evolución que ha tenido estos últimos años, que es un torero en constante ascenso y progresión. Cada año es más reconocido y pedido en los carteles de las diferentes ferias de España. Su amplio conocimiento de los encastes, su dominio de la lidia y de todos los terrenos lo hacen ser un torero seguro, que crea espectáculo, sobre todo, en suertes como la de banderillas o por su forma de recibir a los toros de rodillas a porta gayola, comienzo de faena que ha puesto de moda. Sería difícil enumerar sus éxitos y fama en los ruedos. Como referencia basta decir que durante la década de los 90 toreó 80 corridas y en la década de los 2000 rondó las 500; solo en el año 2002 lidió 80 festejos y cortó 118 orejas.
En 2001 dice a la prensa: «Quiero sorprender con un toreo de profundidad». Su palmarés no solo continua siendo espectacular, sino que, verdaderamente, durante esta década tiene notables actuaciones, desarrollando lidias en las que ejecuta un toreo verdaderamente más profundo y armónico, lleno de belleza plástica y sentimientos artísticos. Parece como si Juan José quisiera decirle a su público que él no solo es un torero de poder, sino que también tiene un corazón que quiere abrir a sus seguidores, cosa que ha hecho en muchas ocasiones, sobre todo cuando los toros se lo han permitido, especialmente cuando le ha salido uno con transmisión.
La década de 2000 al 2010 ha sido especialmente significativa para nuestro paisano, ya que, a pesar de los cornalones que le propinaron los toros, continuó imparable y sus éxitos se sucedieron en cada corrida, siendo frecuentes las tardes que corta cuatro orejas y numerosos rabos. Tal es la temporada de 2005, en la que en 62 corridas corta 99 orejas y 13 rabos.
Progresión
Esta progresión que se nos antoja calificar de aritmética, no es sino el fruto de una determinante personalidad torera, que demostró hace muchos años cuando, siendo un niño, les brindó un toro a sus padres en Alcúdia, diciéndoles con firmeza: «Voy a ser figura del toreo». Si contemplamos su trayectoria profesional, observaremos cómo a lo largo de ella ha ido alcanzando una serie de metas y superando la mayoría de los objetivos que como profesional se había propuesto conseguir. Su enorme confianza en sí mismo y férrea voluntad le han permitido pulverizar los records de otras figuras y compañeros del toreo. No digamos de aquellos otros que, por carecer de la afición y el empeño suficientes, se han quedado en el camino sin rematar la faena de su vida: haber conseguido llegar a ser la figura del toreo que en su día se propusieron alcanzar.
No es extraño, pues, que tras la desgraciada cogida de Zaragoza y, a pesar de haber perdido un ojo, nuestro paisano haya decidido retomar su carrera profesional como torero, la que desde niño tiene programada en su cerebro y que, después de tantos años de lucha, palizas, dolores, frustraciones y sacrificios superados, permanece ferviente en su corazón, por lo que nada, ni nadie, debe interponerse a sus decisiones; las que le han llevado a anunciar su reaparición el 4 de marzo próximo en Olivenza y para la que se van a poner autobuses para ir a verlo. Es por lo que toda la afición le desea el mayor de los éxitos. ¡Animo torero!