Sus exposiciones siempre causan expectación en Cádiz. Cada dos o tres años, la pintora zaragozana Eva Armisén regresa a la galería Benot con nuevos episodios de su diario autobiográfico en forma de estampas coloridas, vitalistas y con ecos a la ingenuidad y ternura propias de la niñez. Casi todos sus cuadros están protagonizados por una figura femenina que, según ella, es su álter ego, una extensión de sus mejores virtudes a través de cual cuenta diversas historias.
Ahora Armisén trae a Cádiz medio centenar de piezas, entre grabados, serigrafías y dibujos, muchos de ellos de reciente producción. Su línea sigue siendo la misma, aunque su estilo ha ido evolucionando hacia un cierto minimalismo en el dibujo. «Quiero comunicar más con menos. Antes mis obras eran algo más barrocas, ahora les he ido quitando aquello que no explicaba algo concreto para dotarlas de mayor sencillez», explica la autora desde su estudio.
Su objetivo siempre ha sido expresar «aquellas cosas aparentemente pequeñas pero sin las cuales no podemos existir». Esa es su misión. Y es que siempre se ha dicho que la clave de la felicidad está en disfrutar de los pequeños detalles de la vida. Según Armisén, en sus cuadros hay situaciones «en las que nos podemos sentir muy reconocidos». Eso sí, para ella la felicidad está en «cómo uno se involucra en hacer cambiar las cosas» a nuestro alrededor. Así es como esta zaragozana teje su propia existencia. Ya lo pudimos contemplar en su anterior colección 'Un punto por cada deseo'.
«Tenemos demasiada información del exterior. Nos meten mucho miedo cuando nos enseñan la parte más oscura de la vida. A mí me gusta sin embargo mostrar la otra, que también existe», sentencia la autora. Esta tendencia está más exagerada en un momento de recesión como el que vivimos ahora, pero resistirse siempre es posible. «El dramatismo vende, está claro, pero también hay otras cosas que podemos ver a nuestro alrededor e incluso cambiar».
La técnica más empleada por Eva Armisén es el grabado 'en carborundum', un sistema aditivo que consigue trazos enérgicos de un negro intenso. El dibujo imperfecto e inacabado, la tipografía aniñada y las composiciones planas y simplistas caracterizan su obra gráfica, que podría recordar a la estética naif, algo de lo que sin embargo ella se desmarca.
Universo femenino
El universo de Eva Armisén está lleno de fantasía, sueños, alegorías y mucho optimismo y vitalidad. Mariposas y flores que componen el peinado de una joven, unos bonitos zapatos rojos para un día inolvidable, exaltaciones amorosas, los valores de la amistad, el poder de la fe... Todo lo bueno de este, a veces gris, mundo es plasmado a través de su magistral pincel. Sus figuras (casi siempre la misma mujer, una extensión de sí misma) siempre aparecen relajadas, felices y llenas de color y fuerza. Eso sí, en sus piezas el hombre apenas aparece y si lo hace, es un mero acompañante. «Yo uso este personaje femenino a modo de diario pero puede trasladarse a cada uno», apunta Armisén. «Hay hombres, pero para mí las mujeres tienen una aparente fragilidad que me fascina». Eso sí, solo es algo aparente, ya que para ella, las mujeres son seres extremadamente fuertes y poderosos. «Esa fortaleza me interesa».
Veinte años lleva Eva Armisén entregada a las artes plásticas, y poco a poco su obra ha ido viajando por todo el mundo. Ahora acaba de terminar una exposición en Corea del Sur y tiene también un proyecto en Hong Kong. Y es que en el continente asiático sus creaciones gustan especialmente. «A pesar de las notables diferencias culturales, a nivel de sentimientos no somos tan distintos de ellos», apostilla la pintora.