La soledad
Jerez Actualizado: GuardarFue el filósofo franco-helvético Jean-Jacques Rousseau quien dijo que «ser adulto es estar solo». Lejos de tener una significación negativa, la frase puede entenderse como una divisa de la madurez –mental, me refiero, más que biográfica–. Ser adulto, ingresar a esa etapa en la que uno ha alcanzado una altura de conocimiento y experiencia suficiente, supone la soledad. No el ‘sentirse solo’, sino el ‘estar solo’ o el ‘ser solo’. La independencia, la autonomía, tienen tanto que ver con la adultez (palabra poco empleada pero que existe) como con la soledad, y a nadie le parecería que ser autónomo e independiente fuesen malas opciones vitales.
Seguramente Rousseau tenía razón. Como la niñez precisa de la protección continua, la madurez precisa de la libertad elegida de estar solo, de ser uno cuando es necesario o cuando se siente como deseable. Y es bueno, y es importante, aprender esta lección, en un momento u otro. En primer lugar, para conocerse, o para reconocerse en el espejo del tiempo; en segundo lugar, para apreciar a los otros, para ser conscientes de sus propias individualidades y saber agradecerles que las compartan con nosotros. Igual que no se conoce el calor si no se ha experimentado el frío, el día si no se ha visto la noche; igual que no hay nada que no contenga o prefigure a su contrario, en ese juego de caras y cruces de los sentimientos, no es posible apreciar la compañía sin saber de su hermana la soledad.
Permítanme, estimados lectores, que hoy utilice estas páginas para agradecer a ese señor Rousseau que, desde su lejano siglo XVIII, siga dictando dejado frases como la que abre el artículo, para que yo, o ustedes, encontremos un clavo (las palabras, las ideas, la filosofía) al que agarrarnos.