LA ESENCIA DEL FÚTBOL
Actualizado:No soy mucho de analizar eso que futbolísticamente, y muchas veces de manera equívoca, llamamos derbi. Principalmente porque he vivido muy pocos que realmente puedan ser llamados así (un Cádiz-Xerez no deja de ser más que un partido de alta rivalidad provincial entre dos equipos con características tan dispares como atractivas) y lejos estoy de poder opinar de lo que no sé. Más quisiera yo, y me imagino que muchos de los que lean esto, haber presenciado encuentros como el Celtic-Rangers escocés, un River-Boca o Atlético-Madrid, pero no es así y la esencia misma de un derbi, por desgracia, se me escapa de las manos. Pero eso sí, en esta mediática vida nos engordan periódicos y lo que no son periódicos con letras y letras de lo que un derbi ha de ser, y de lo que habitualmente luego no es. Nos hemos llevado unas semanas -y las que nos quedan- escuchando hablar del Real Madrid-Barça de Copa. Témome que esto no haya hecho más que empezar porque nos queda el de vuelta, pero, al margen de que este encuentro no debe ser catalogado como derbi, lo que está claro es que no es la referencia adecuada para lo que este tipo de encuentros ha de ser. El ejemplo lo tengo en lo vivido en la noche del sábado en Sevilla. Se encontraban Betis y Sevilla tres años después, con todas las ganas de sus dos aficiones por volver a encontrarse en la misma categoría. Se temía que las horas previas los protagonistas caldearan de manera errante el ambiente, pero esos mismos temores se volvieron en guantazos de todos los estamentos tanto del sevillismo como del beticismo a aquellos de la capital que gratamente esperaban que lo del Villamarín no fuera más que un Vietnam futbolístico. Con todos mis respetos, y si me permiten la malsonancia de la expresión, pero se comieron aquello que yo me sé si creían que los andaluces, que eso sí, vivimos esto del balompié como nadie, íbamos a volver a protagonizar portadas con un mal comportamiento más propio de otros mal llamados derbis.