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Opinion

Las nuevas Cortes

Dos cambios agilizarían la práctica parlamentaria: la desaparición o, al menos, la suavización de la disciplina de voto y la sustitución en la tribuna de la lectura por la palabra libre

MANUEL RAMÍREZ
CATEDRÁTICO DE DERECHO POLÍTICOActualizado:

Desde que el anterior presidente del Gobierno convocó las últimas elecciones hasta el 20 del pasado noviembre, creo que es posible afirmar que el proceso se ha desarrollado con la predominante nota de la normalidad. A diferencia de lo ocurrido en ocasiones anteriores, nada ha constituido un sobresalto digno de mención. La llegada al novembrino día electoral, los días han corrido en la forma natural. Si acaso, apuntar que los plazos han sido demasiado extensos, por un lado, y que, una vez más, habría que plantearse tanto el sentido de los inflados mítines electorales (en su mayoría plenos asistenciales de los ya convencidos militantes), cuanto el no muy justificado día de reflexión. En ambos casos, la tendencia del voto viene ya definida, entre otras razones, por lo realizado en fechas anteriores.

Cuando el hemiciclo de abre con solemnidad, con el vibrante aplauso al Rey como nota realmente relevante, la cosas ya no son tan semejantes a veces anteriores. Y aquí hemos de distinguir dos esferas: la real y la deseable. A ello vamos.

Como es sabido, el maestro Sartori, al profundizar en la naturaleza del pluripartidismo, ya distinguió y advirtió entre un pluralismo limitado (tres, cuatro, cinco partidos) y otro ilimitado (excesivo número de partidos). Funcional el primero, disfuncional el segundo. Pues bien, estimo que se ha pasado del primero al segundo. Descartada, desde el principio, la tesis del bipartidismo pese a la mayoría del PP y PSOE, resulta suficiente con reparar en ese auténtico batiburrillo del Grupo Mixto, con ya vigentes fuerzas en legislaturas anteriores, y con otras recién aparecidas. Sin conexión alguna entre ellas, pero todas con derecho a ocupar la tribuna, originando un cansino desfile en el uso de la palabra. Esto, al parecer inevitable, y como derivado de ese carácter ilimitado al que hemos aludido. Produce no poca desazón comprobar cómo, en los momentos en que los pertenecientes van a exponer, buena parte los diputados de los grandes partidos comienzan un abandono de sus escaños, con actitud un tanto poco correcta. Por todo ello, las nuevas Cortes adquieren nuevo perfil.

En el terreno de lo deseable, serían dos los cambios que estimo muy convenientes.

En primer lugar, la desaparición o, al menos, la suavización de la hasta ahora férrea disciplina de voto. Un hecho sobradamente conocido y practicado. Mucho antes del comienzo del debate parlamentario, ya es sabido lo que cada diputado y grupo van a votar. La discusión resulta casi inútil. Esto es general ya de antaño. El argumento en su defensa se basa en el hecho de que, de no existir, sería imposible la adopción de acuerdos. Es posible, pero lo cierto es que, por el camino actual, el Parlamento ha perdido su esencial sentido. Ya no es el 'locus' en el que a través del intercambio de razones, surja la verdad política, lo más conveniente. Tras la cadena de intervenciones, sean cuales fueren sus contenidos, el resultado viene determinado previamente. A veces por la existencia de una mayoría predominante, a veces por pactos previos. La temida consecuencia de esta situación lleva a los ecos de la calle, las manifestaciones y similares. Y decimos 'temida' porque se quiera o no, la soberanía reside en las Cortes como representación del pueblo.

Y, en segundo lugar, la sustitución de la lectura a la hora de intervenir en la tribuna por la palabra libre o, todo lo más, por un breve guión. No se olvide que 'Parlamento' viene de 'parlare', forma de expresión a través de la palabra libre, no de la lectura. Ciertamente esto es lo último es lo que se ha generalizado, originando cierto sopor en el oyente. Algo que únicamente se salva cuando quien intervine acierta en el manejo del tono, menester no muy frecuente.

Con estas dos sugerencias a las que se pueden añadir algunas otras de alcance menor, las nuevas Cortes se diferenciarán realmente de las anteriores, despertando, por su agilidad, un nuevo interés en el ciudadano.