LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

Bienvenido Mister Doce

PROFESOR DE ENSEÑANZA SECUNDARIA Actualizado: Guardar
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Pues eso, ¡Bienvenido! como en la más que crítica, corrosiva película 'Bienvenido Mister Marshall' que el genial director Luis García Berlanga estrenó en 1953 para caricaturizar la entrañable pero triste España de aquellos años, regateando con inteligencia a la censura del régimen.

Y es que cuanto más se acerca la fecha del 19 de marzo, en la que iniciaremos oficialmente los fastos de la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812, más me recuerda todo esto a los preparativos y avatares que en dicha película protagonizaban los desorientados pero obedientes vecinos del insulso pueblecito de Villar del Río, empujados a esperanzarse en que la llegada de los americanos les traería el maná que sacaría sus vidas del olvido y la miseria. Cruel paralelismo que a día de hoy no puedo evitar.

Porque, reconozcámoslo, a estas alturas del calendario el sueño de la prometida nueva y moderna ciudad que nos traería el Doce se diluye al ritmo en que cada proyecto de infraestructura se ralentiza, paraliza o incluso olvida en el sueño de los justos: Comenzando por el castillo de San Sebastián, con su faraónica cúpula incluida, que se antojaba inalcanzable hasta en tiempos de vacas gordas, y continuando con el segundo puente (de calendario incierto), la nueva plaza de Sevilla y la Aduana (con claras divergencias sobre cuestiones artísticas según el partido político con el que cada uno simpatice), Valcárcel, la Ciudad de la Justicia, el nuevo Hospital Regional, el Museo del Carnaval, el Museo Cofrade o la ampliación y remodelación del Museo de Cádiz (para entendernos, el de la plaza de Mina). Todos ellos, más deseados que proyectados, han sufrido los conocidos recortes presupuestarios impuestos por las recomendaciones de las agencias de calificación, las indicaciones de la Comisión Europea, las órdenes de Ángela Merkel y la inapelable realidad de una Hacienda vacía por el saqueo generalizado al grito de 'cochino el último'. Y por si esto no fuera suficiente, algunos de los más necesarios de estos proyectos han sido utilizados como armas arrojadizas entre las diversas administraciones o, por decirlo más exactamente, entre los diversos partidos políticos hasta acabar poniendo en peligro su futura viabilidad.

Lo que sí hemos conseguido, y en esto hemos superado a los habitantes de Villar del Río, es nuestra 'fuente con luces y chorritos', fuente que el lector recordará quedó en nada en la película de Berlanga por el encendido y atropellado debate entre los toscos concejales de aquel polvoriento poblacho sin que su inigualable alcalde, Pepe Isbert, pudiera poner orden entre tanto griterío. Bueno, lo del griterío también lo hemos tenido a veces por aquí, pero a pesar de ello la fuente con luces y chorritos ha salido adelante y ya es una realidad para orgullo y disfrute de todos los gaditanos, que todo no van a ser malas noticias.

También tenemos ya nuevamente abierto el Museo de las Cortes de Cádiz, un museo que por su temática especializada está llamado a ser uno de los más atractivos focos de interés para el turismo que tanto deseamos y necesitamos, pero que además mostrar la excelente restauración de la maqueta (justo es reconocerlo y felicitarnos por ello) en su leve reforma ha desaprovechado la ocasión de apartarse de ese concepto decimonónico de museo basado en la simple acumulación y exposición de objetos antiguos en añejas vitrinas de madera.

En fin, queda ya poco tiempo para desaprovecharlo en promesas y sueños como en la película de Berlanga, poco tiempo para reunir, me temo, más esfuerzos que dinero. A estas alturas, intentar convertir nuestra ciudad en un parque temático del Doce para relanzar su economía continúa siendo una aspiración legítima aunque, a la vista de los inmisericordes recortes que nos amenazan, se me antoja cada vez más alejada. Y como dicen que es de sabios convertir la necesidad en virtud, pues no nos queda otra que recurrir al ingenio, el esfuerzo generoso y a la conciencia sensata de que ninguna caravana precipitada y fugaz de automóviles foráneos nos va a dejar a su paso lo que nosotros no hayamos sido capaces de construir con nuestras propias manos.

La mejor herencia que podemos rescatar de los gaditanos de aquellos heroicos y admirables años es el espíritu emprendedor que en palabras del historiador José Luis Comellas, primero les hizo ricos, después elegantes y finalmente cultos. Ojalá viniera todo ello junto.

Como a los protagonistas de 'Bienvenido Mister Marshall', bienintencionados pero faltos de recursos personales, nos amenaza el majismo, esa injustificada autocomplacencia de sentirnos admirablemente singulares y singularmente admirados cuando nos disfrazamos esperpénticamente de quienes creemos que tenemos que ser y pretendemos recibir con las manos abiertas los regalos del Doce entre coplillas, fuentes con luces y chorritos, escenarios de cartón-piedra y disfraces de piconeras y lechuguinos.

Convenzámonos de que la única conmemoración del Bicentenario que realmente puede sacarnos de la triste realidad en la que nos encontramos sumidos es la revitalización individual y colectiva de aquel espíritu que hizo sentirse a los abuelos de nuestros tatarabuelos directos responsables y dueños de su futuro. Sin eso todo lo demás resultará pasajero y fugaz y, como en la última escena de la película de Berlanga, dejará en las calles nuestro particular Villar del Río el frustrante recuerdo de un sueño incumplido entre restos pisoteados de banderitas, madroñeras y falsos entorchados.