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Editorial

Piratas somalíes

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La noticia de que el FMI pronostica para España una recesión continuada del 1,7% del PIB para el presente año y del 0,3% para 2013 se dio a conocer ayer al tiempo que se avanzaban las líneas generales de la propuesta Merkel-Sarkozy de cara al Consejo de la UE del 30 de enero que pretende conducir a la zona euro hacia el crecimiento y la generación de empleo, dejando de lado la prioridad de los ajustes. El preocupante diagnóstico del FMI parece basarse en el elevado coste financiero que la deuda contraída representa para todas las administraciones españolas, en el retraimiento crediticio de las entidades bancarias condicionadas por la vertiente privada de esa deuda y -éste podría ser un factor determinante de la rebaja- en los efectos inmediatos de las medidas de ajuste adoptadas por el gobierno Rajoy, en tanto que colofón de las aplicadas con anterioridad y avance de las que están por venir en el entramado institucional español. Es lógico pensar que el mero anuncio de las previsiones del FMI tendrá sus consecuencias en el movimiento de los mercados, por mucho que se trate de un vaticinio en buena medida descontado. Pero el riesgo que en el corto plazo corre nuestra economía -como ocurre también con la italiana- es que acabe en tierra de nadie: entre la posibilidad que los países centrales del euro tengan de crecer a un ritmo apreciable y el destino del 'fondo de estímulo' que Berlín y París desean consagrar en ayuda de las economías rescatadas de Grecia, Irlanda y Portugal. La habilidad diplomática en el ámbito europeo nunca será suficiente para sortear semejante peligro. Estamos mejor que los países intervenidos, pero resulta imposible adivinar en qué momento el Estado y sus administraciones podrían virar de las medidas de austeridad hacia iniciativas de estímulo sin que chirríen las cuadernas de todo el sector público. Compensar hoy los obligados recortes presupuestarios con la introducción de partidas de reactivación representaría algo demasiado parecido a la cuadratura del círculo como para que las instituciones se aventuren a la búsqueda apurada de tan incierto equilibrio. Pero por eso mismo o el Estado y cada una de sus administraciones proceden a ajustar sus costes estructurales, sin limitarse a recortes de efectos inmediatos complementados con subidas impositivas, o el tiempo de espera para la recuperación se eternizará hasta impedirla.

Hoy llegan a España los seis piratas somalíes capturados por efectivos españoles cuando pretendieron atacar y secuestrar el buque de guerra 'Patiño'. Al conocerse los hechos, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco asumió la competencia sobre el caso, tras comprobar que no existe ningún convenio en vigor con países de la zona para su procesamiento, y ordenó la entrega de los detenidos y su ingreso en prisión. Resulta sin embargo ilógico que los países que integran la misión 'Atalanta' de la UE que se desarrolla en el Índico para proteger el tráfico naval y la pesca no hayan concertado un sistema para enjuiciar a los delincuentes que sean aprehendidos. Como lo es igualmente que la comunidad internacional asista pasivamente la evidencia de que buena parte de la costa este de África está sumida en la más total anarquía. El Reino Unido organizará el 23 de febrero una conferencia sobre Somalia para «coordinar la política internacional» en ese país azotado por la hambruna y que sirve de refugio «a terroristas y piratas», según el Foreign Office. Esta podría ser ocasión de abordar de verdad el problema.