Sociedad

El demonio de Fidel viaja en moto

Motero desde los 7 años, del Barça y con una pinta de estirado que no corresponde con su forma de ser, el jefe de gabinete de Rajoy nació en 2004 para la opinión pública gracias a que Castro le prohibió la entrada en Cuba

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En marzo del año pasado, cuando el PP ya se veía instalado en el poder, Jorge Moragas hacía de chico para todo de Mariano Rajoy en una entrevista concedida a este periódico. Al acabar, llegado el momento de las fotos, se ocupaba de 'limpiar' el escenario y retiraba discretamente un cenicero con restos de puros. Los mismos que se fuma mano a mano en las grandes ocasiones con el nuevo inquilino de La Moncloa. Es, con permiso de Soraya, su hombre de confianza, en parte por estos pequeños detalles y por haberse mantenido a su lado a las duras y a las maduras. Y, por supuesto, que sean habanos. Hoy todo el mundo reconoce el flequillo ondulado del recién nombrado (y envidiado) jefe de gabinete del presidente, pero hasta 2004 era un rostro anónimo para la gran mayoría. Entonces Fidel Castro le prohibió la entrada en Cuba cuando iba a encontrarse con algunos opositores al régimen, convirtiéndole de golpe y porrazo en el «acérrimo enemigo de la Revolución», según las autoridades de la isla caribeña, que vieron en su visita una «grosera provocación».

A partir de ese momento recrudeció sus ataques contra lo que considera «una dictadura de viejos que secuestra el futuro de los jóvenes cubanos», y empezó a labrarse una carrera que al fin se ha visto recompensada. Jorge Moragas Sánchez-Brías (Barcelona, 21 de junio de 1965) ha llegado hasta donde está gracias a una diplomacia que ha convertido en su profesión y en una buena baza de su personalidad, que sale a flote una vez superada la barrera que impone su imagen. Lo admiten hasta sus colegas de partido: ese ir siempre hecho un pincel y su peinado de pijo de manual hacen aflorar los prejuicios. Y eso que la mochila que siempre va con él y que da nombre a su blog le da un toque informal. «Sí, sucede así, tiene una imagen que confunde -comenta una voz de su partido-, pero es todo lo contrario, muy sencillo y huye de toda excentricidad». También le pasó a Antonio Basagoiti, presidente del PP vasco: «La primera vez que lo vi pensé que era un tío inteligente pero estirado, tan perfecto de estilo, de traje... pero cuando lo vas conociendo te das cuenta de que es amable y accesible, siempre se te pone al teléfono. Se ha convertido en el hombre de Rajoy y es el responsable de su posición más moderada».

Antes de ser lo que es, Moragas imaginó para él mismo otras vidas muy diferentes. Quiso estudiar Bellas Artes, alentado por su buena mano para el dibujo y su afición a los cómics y a aquellas novelas ilustradas de Bruguera que combinaban los textos de Stevenson o Verne con las viñetas; pero su padre, empresario, no veía en su hijo a un cachondo como el Vázquez de Anacleto o la familia Cebolleta y lo matriculó en algo menos 'outsider', en la facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona. Eso sí, por las noches, el joven Jorge daba rienda suelta a su vena de artista en una academia con el beneplácito materno. Antes de acabar la carrera marchó a Estados Unidos y allí casi se tuerce otra vez: de pronto pensó que sería cineasta, pero su padre lo 'rescató' de nuevo.

En moto por África

Su gran pasión, viajar, empezó a crecer gracias a una semilla plantada a los 7 años en forma de la legendaria Montesa Cota 25 infantil, una moto que dice haberse comprado con sus primeros ahorros. Después llegaron otras más imponentes, de mayor cilindrada, y hoy sortea los atascos de Madrid para llegar puntual al trabajo con una scooter de la marca Honda -también tiene un Mini y un viejo Volvo en Barcelona-. Así recorrió Francia y África. Disfruta de su amor por las motos con su segundo de a bordo y amigo, Alfonso de Senillosa, director adjunto del gabinete de Presidencia del PP, del que no se separa. Basagoiti, también motero, no ha compartido ruta con Moragas, pero sí otra afición. «Hablamos mucho de fútbol; él es muy del Barça, y cuando su equipo viene a jugar a San Mamés y el Athletic se lo hace pasar mal le llamo para burlarme, como con el empate a 2 de noviembre».

Y por ese afán de conocer mundo, Moragas se hizo diplomático en 1995, cuando le nombraron asesor de protocolo de la Presidencia del Gobierno entre 1995 y 1998. Trabajó también junto a Javier Zarzalejos, al que Aznar encargó iniciar conversaciones con ETA, lo que le permitió tomar contacto con la gestión política. Zarzalejos, hoy máximo responsable de FAES, la fundación ligada al PP que aborda sus propuestas políticas, lo recuerda: «Moragas siguió muy de cerca este proceso a mi lado, algo muy importante, aunque puntual dentro de todo el trabajo realizado en el ámbito del País Vasco en unos años muy intensos y duros por el terrorismo. Todo ese conocimiento le ayudará ahora».

En 2000, Moragas se afilió al PP y Aznar lo colocó al mando de la secretaría de relaciones internacionales de su partido. Antonio Basagoiti destaca en su curriculum la «guerra» mantenida con otro compañero, Gustavo de Arístegui, portavoz de asuntos exteriores del grupo parlamentario popular. «Proceden del mundo de la diplomacia y se llevan disputando mucho tiempo ser la voz del PP en estas cuestiones».

En medio de todo, su incidente en la perla del Caribe, que generó un conflicto diplomático y un fuerte choque con Miguel Ángel Moratinos, en aquel momento ministro socialista de Asuntos Exteriores. Ignacio Uría es profesor asociado de la Universidad de Navarra y el año pasado contó con Moragas para la presentación de su libro 'Iglesia y Revolución en Cuba': «Su interés por este país le viene en parte porque tiene algún familiar lejano en el oriente, en la zona de Santiago. Y luego por su sensibilidad con los derechos humanos».

Kasparov y Dani Martín

En la pizarra blanca del despacho de Moragas permanece el laberinto de anotaciones de la última campaña electoral, que no se decide a borrar «por pena». Antonio López-Istúriz, secretario general del Partido Popular Europeo (PPE), le conoce desde 1998: «En un ambiente tan serio como el de La Moncloa, sorprendía por su facilidad de trato, por su afabilidad, por estar muy alejado del boato y por saber desconectar, como hago yo también, para no estar las veinticuatro horas con la política. Es un hombre joven de edad, pero sobre todo de cabeza, ha aportado mucho a la modernización del partido; él está detrás de la utilización de Facebook, Twitter, los blogs...».

En su bitácora, 'la Mochila de Jorge Moragas', aparte de tirar con bala contra el gobierno anterior y el castrista, sorprende una foto con Kasparov, en su faceta de disidente, y otra junto al cantante Dani Martín, del que dice: «Muchos de los que se resisten a aceptar su reinado nacional deberían volver a escuchar 'Insoportable' o 'Tonto'».

Su despacho está decorado con fotos de su trayectoria política, incluyendo alguna con Rajoy, Merkel y Sarkozy: domina el catalán, el inglés y el francés y ha hecho de traductor para el hoy presidente. También pueden verse imágenes de sus dos hijas, de 10 y 11 años, y su mujer, que viven en Barcelona, adonde él viaja cada viernes para regresar el lunes a su piso de alquiler en el centro de Madrid. Hay, además, un pequeño cuadro pintado por su esposa donde se ve una playa con dos pequeñas figuras bajo una sombrilla. El típico teléfono rojo de los años 70 con rueda de números, un casco de obrero con las siglas del PP y un diseño con (otra vez) la bandera cubana. Un compañero de partido incide en ello: «Le puede la dictadura, le enferma, y por eso empezó a darle duro».

Moragas dijo en una ocasión que si el tardofranquismo le hubiera pillado siendo un veinteañero, habría estado en la izquierda, «pero no en el PSOE, sino en el partido comunista». Quizás no ha caído en que, de haber sido así, hoy se fumaría los habanos con otro barbudo bien distinto.