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'R' de Roosevelt

El vademécum contra la Depresión ya está inventado y ahora el líder tiene que estar a la altura de la Historia

JUAN CARLOS VILORIA
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Atado a una silla de ruedas por el latigazo de una polio traicionera Franklin D. Roosevelt alzó a Estados Unidos del abatimiento económico y moral en que quedó sumido tras la crisis de 1929 y la posterior Gran Depresión. El presidente, que ganó sus primeras elecciones en 1932, encarnó la voluntad de renacer de sus cenizas del pueblo estadounidense abatido por el desempleo, la desconfianza y el pesimismo. Heredó un 25% de paro, un ejército de 13 millones de desocupados que hacían cola por las calles en los comedores sociales y a la puertas de empresas sin pedidos ni créditos. El grifo del dinero se había secado porque al menos un tercio de los bancos era insolvente. La imagen en blanco y negro, casi sepia, de una madre joven con sus hijos emigrando subida en una vieja carreta por los caminos de California en busca de futuro, plasmó también la desolación del mundo rural. Aquella fotografía de Dorotea Lange acabó golpeando desde las portadas de los rotativos de la época la conciencia de una sociedad desorientada por el imprevisto tránsito de los felices años veinte hasta el borde de la miseria. Con el paso de los años la figura del hombre que el pueblo estadounidense escogió para liderar su travesía en el desierto hacia la salida del túnel se demostró providencial. Sin las medidas reformistas, audaces, que su administración tomó en medio de la crítica de los economistas de la escuela de Chicago un día, de los 'trusts' automovilísticos otro, de los granjeros del medio oeste, de banqueros ofuscados o de keynesianos ortodoxos, el país no hubiera salido de la depresión.

Las tres erres de la política económica del legendario presidente: 'relief', 'recovery', 'reform' (asistencia social, recuperación, reforma) iluminaron un camino pragmático alejado del estricto alineamiento ideológico de su procedencia demócrata. Acosado no por el déficit público, sino por la fuga de los ahorradores, ordenó por sorpresa el cierre de todas la entidades bancarias que no pudieron reabrir hasta demostrar su solvencia. Ahí comenzó la reforma de los mercados financieros. Tuvo especial cuidado en sostener a las capas más pobres de la sociedad para restaurar la base laboral del país y movilizar su capital humano. Y se afanó en dinamizar la economía nacional extendiendo el crédito a la pequeña empresa. Lastrado por un desempleo juvenil monumental se inventó el Cuerpo Civil de Protección Medioambiental y logró que miles de jóvenes dedicasen su esfuerzo a la repoblación forestal, la lucha contra la erosión del suelo o las inundaciones. Más de dos millones llevaron 30 dólares al mes para ayudar en casa. Todo nos resulta extrañamente familiar en enero de 2012, casi cien años después. Y hasta parece que el vademécum para combatir la Depresión ya está inventado. Ahora necesitamos que nuestro propio 'R' esté a la altura de la historia.