MENTIRAS

La verdad es singular, es única e intransferible. Cada uno tiene la suya y cree poseerla de manera irreductible. En cambio las mentiras son plurales, son variadas y se renuevan constantemente. Conforman un ramillete goloso al que nadie puede resistirse. Las mentiras tienen las patas muy cortas pero llegan a todas partes con poco esfuerzo. Son un cosmos en el que algunos se mueven a sus anchas. Hay quienes hacen de ellas su razón de ser.

Existen mentiras piadosas, mentiras inocentes, mentiras capciosas, mentiras ingeniosas, mentiras interesadas, mentiras necesarias, mentiras olvidadas, mentiras traicioneras, mentiras que valen un Potosí, mentiras creíbles, mentiras culpables, mentiras estelares, mentiras casposas, pero de todas ellas, las más relevantes, las que te dejan con el ceño fruncido y con el alma huérfana, son las mentiras políticas. Esas que son la rutina y la costumbre en nuestro crítico escenario. Mentira que abaratando el despido se vaya a crear empleo. Mentira que no peligre el estado del bienestar. Mentira que ciertas libertades individuales no pendan de un hilo. Mentira que el lenguaje no sea importante en la forma de comunicar, y sobre todo en la intención. Mentira que los ricos vayan a soportar el mayor peso de la crisis. Mentira que se haya perseguido el fraude fiscal. Mentira que la inmigración genere violencia. Mentira que la formación garantice un empleo digno. Mentira que se cuadren las cuentas del Estado haciendo concesiones millonarias a los bancos. Mentira que de esta salimos sólo con el esfuerzo de los de siempre. Mentira que la mayor parte de los pensionistas de este país no vayan a perder poder adquisitivo. Mentira que los mercados sean saciables. Mentira que recortando en investigación y desarrollo vayamos a ganar en competitividad. Mentira que sobre tanto empleado público. Mentira que privatizando servicios públicos vayamos a ganar en eficiencia y sobre todo en la calidad de los mismos. Mentira que esto no tenga solución. Mentira que no haya un espacio para la esperanza.