Sociedad

Tenemos nuevo patrón

Rajoy impone estilo. Mandan los trajes clásicos y sobrios tanto para ellos como para ellas. No están las cosas para fiestas

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No está el país para dispendios económicos ni estilísticos. O eso deben pensar los miembros del nuevo Gobierno que, sin salirse un ápice del guión marianista, aplican el gusto del patrón hasta en la indumentaria: trajes clásicos y modosito 'look' para los varones y vestidos minimalistas y oscuros para las féminas (el eterno traje chaqueta). Como si nadie quisiera destacar sobre los demás, o entendieran que es la gestión de sus respectivas carteras -los mensajes y no la imagen- lo que los españoles deben mirar con lupa. Todos se nos muestran discretos en exceso. En el Gobierno no hay ninguna Lady Gaga.

Pero en un mundo en que la gente, por morbo o curiosidad, escudriña el detalle, incluso el color de los dientes, suponemos que los que ejercen el poder asumen que en el cargo les va la penitencia. Y entre ir de mercadillo o hacerlo al último grito de la moda (aunque hay mercadillos muy apañados), el trecho es largo. No parece de recibo -cuidado, mejor no hablar de recibos en estos tiempos- que aquel 'súmate al cambio' de la campaña electoral borre del mapa físico de los ministros corbatas pelín más atrevidas, cortes de pelo más actuales -si lo permiten las cabezas que sobrepasan los 60 años de edad-, y abalorios y despuntes de vanguardia en las cuatro mujeres que completan el equipo de Rajoy.

Los asesores de comunicación no dudan de que la imagen imprime carácter, aunque difieren, y mucho, en la forma de aplicarlo a la personalidad de cada cual. De entrada, coinciden en que son austeros y correctos en el vestir, aunque el repaso a la trayectoria estilística de cada miembro del Ejecutivo pone sobre el papel tantos aciertos como lagunas. Por ejemplo, la periodista Patrycia Centeno, directora de la web politicaymoda.com, se sorprende de que Soraya Saénz de Santamaría calce altísimos tacones para disimular su baja estatura (1,50) y, sin embargo, consiga el efecto contrario al llevar zapatos de colores, como esos botines de azulón metálico que lució en la foto de familia, el pasado 23 de diciembre, o rojos, fucsias o con dibujos de serpiente. «Ella misma se delata, consigue que nos fijemos en ellos y, claro, en que es bajita».

El cambio de la vicepresidenta ha sido vertiginoso desde que hace siete años llegara a la sede de Génova para trabajar con el entonces presidente del PP. «La pobre lo tenía todo, la paleta rota, el pelo hiperliso, las cejas muy pobladas... El cambio ha sido positivo». Y opina, al igual que la asesora de imagen y personal 'shopper' Guadalupe Cuevas, que debe prescindir de la ropa estampada que acorta su figura. Vaya, que aún le queda camino por recorrer para dar una imagen de ese poderío que acumula.

La que no registra cambios es Ana Mato, que mantiene su aspecto de «niña bien del barrio de Salamanca», como la define Cuevas, quien resalta su devoción a los blusones, las chaquetas de corte marinero y las minifaldas, que debería alargar al entrar en su ministerio». Patricia Centeno se muestra aún más crítica. «¿Cómo es que va permanentemente bronceada? El uso de rayos UVA no es un mensaje adecuado para una ministra de Sanidad. Debe olvidarse de los cuellos-bebé y sus merceditas porque solo le faltan las coletas para rendondear esa imagen de niña de colegio privado y pija, es súper infantil». Sin embargo, para Guadalupe Cuevas, bloguera y directora también de la empresa Fasion Assistance, Mato transmite confianza.

«Como una secretaria»

Sin olvidar el clásico traje de chaqueta, Ana Pastor se atreve con colores vivos y con el 'print animal' (estampados de animales de la selva) y tonos flúor que complementa con joyas discretas.

Fátima Báñez exhibe buen porte y 'look' clásico, con 'blazer' entallada a la altura de la cadera y pantalones en tonos lisos. «Viste como una secretaria y en su ministerio, por ser el de Trabajo, se puede permitir la licencia de ir con vaqueros, dar más vidilla a su peinado, definir rasgos faciales como las cejas, aparentar la edad que tiene (44), no más, e imprimir carácter», aconseja Centeno.

Aunque lo que más irrita a esta periodista, que en febrero publicará el libro 'La imagen en el poder', son los caracolillos que, a la altura de la nuca, se dejan crecer Luis de Guindos y Cristóbal Montoro, apéndices que, a su juicio, deberían suprimir. Los dos ministros 'económicos' tienen que matizar su estilo. A Montoro le sienta bien ese punto de bohemio que destila, pero la parca no le pega con el traje. De Guindos podría cortarse un pelín las cejas y enderezar los nudos de sus corbatas.

Las camisas y las corbatas son los únicos elementos que permiten a los hombres romper su 'uniforme', muy sobrio en todos los nuevos ministros. Compaginar tonos menos clásicos e incluso llevar pañuelos de seda -impensable en España- no está reñido con la austeridad. Ni con la eficacia en el trabajo.