Las tragaderas
Actualizado: GuardarEntre otras exigencias colectivas, a los españoles se nos reclama una garganta profunda para deglutir posteriormente lo que nos eche el nuevo Gobierno, que no va a ser nuevo, ya que está colgado del anterior, que no tuvo más remedio que ahorcarse. El ejemplo máximo de adaptación nos lo están ofreciendo los sindicatos. Están dispuestos a aceptar el empleo parcial para que los sindicalistas no se queden sin empleo.
Han llegado a un acuerdo con los empresarios para que los que lo pasen mal sigan siendo los mismos y eso hay que reconocer que tiene mucho mérito. El trabajo escasea y hay que saber distribuir lo que queda. Hasta ahora se venía repartiendo entre los que lo efectúan, cosa siempre dolorosa, y los que organizan su distribución. La primera de estas dos únicas fórmulas conocidas reclama esfuerzo, pero la segunda solo necesita que se esfuercen los demás. No deja de ser una conquista, ya que hay muchos trabajadores sindicados que se han antepuesto a las legítimas reivindicaciones del gremio al que representan. Debieron de pensar que para modificar las condiciones laborales no sería mal principio empezar por las suyas.
Hace falta tener muchas tragaderas para aceptar el empleo parcial en un país donde se ha extinguido el empleo. Algo es algo, pero trabajar a ratos perdidos puede desmoralizar aún más que no tener demasiados ratos de descanso obligatorio para mirarse el ombligo, que siempre es el centro del mundo para cada uno, ya que representa el centro del mundo por el cual vinimos a la vida, sin previa consulta y sin saber que nos teníamos que ir de ella, tras una breve estancia, rara verbena es este mundo.
Se sortean muchas cosas, pero a los que siempre les tocan los regalos son a los que organizan la rifa. Quizá por eso nunca haya que temer que los sindicalistas y los empresarios no lleguen a un acuerdo en un pacto de moderación salarial. A ellos les afecta, pero bastante menos que a los demás.