Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Sociedad

«Somos más eficaces que un anuncio». Tres víctimas de accidentes de tráfico que participan en campañas de concienciación ponen rostro y voz al año con menos muertos en las carreteras españolas

Actualizado:

El martes, 3 de enero, los españoles tuvimos, al menos, un motivo de satisfacción. En un mundo tenebroso, ensuciado por la crisis económica, el desempleo galopante y el politiqueo barato, los lectores recibieron una bocanada de esperanza al abrir el periódico y encontrarse con el dato de siniestralidad vial en 2011. Durante el pasado año, fallecieron en las carreteras españolas 1.479 personas, el 14,5% menos que en el año 2010. Desde 1961, cuando las nacionales tenían un solo carril y el seiscientos era el dueño del asfalto, no se había bajado de 1.500 muertos. Con una salvedad: entonces solo había un millón y medio de vehículos y ahora la cifra supera los 30 millones. Incluso el PP y el PSOE tuvieron que enterrar el hacha de guerra y reconocer la brillantez de unos datos que se han convertido en el asombro de Europa: en el año 2000, murieron en la carretera 4.241 personas. ¡En ocho años la siniestralidad ha bajado el 65,1%!

¿A la cuenta de quién debemos apuntar este éxito? Pere Navarro, director general de Tráfico, ha capitaneado un departamento eficaz, cuyas campañas informativas (con o sin vídeos truculentos) nos han puesto el corazón en un puño. También conviene apuntar la incidencia positiva del carné por puntos y el poder intimidatorio de las multas a los conductores que aprietan demasiado el acelerador. Pero, en este reparto de abrazos, no debemos olvidar a quienes han sufrido accidentes pavorosos y, en lugar de encerrarse en casa, han decidido brindar su testimonio para educar a los demás. Con el apoyo de la DGT, de las asociaciones de afectados o por su cuenta, víctimas como Paco Vaquero, Francisco Sardón y Juanjo Rodríguez han ido consiguiendo que una fina lluvia de consejos, recomendaciones y sugerencias vaya calando en la sociedad.

Paco Vaquero (Granada, 1964) estuvo este año apostado en un cruce de la autovía A-92 (Sevilla-Almería). Era la segunda vez que participaba en una campaña de tráfico. La gente oía sus reflexiones, atendía sus peticiones y lo miraba: «No te entretienes mucho, aunque he notado que a muchos jóvenes les impacta cuando te ven en silla de ruedas. Se quedan pensativos, como diciendo: ¿me podría pasar a mí eso?». «Eso» le sucedió a Paco en 1980. Era un chavalillo de 15 años. Había estado dando una vuelta con los amigos y, a eso de las tres y media de la tarde, regresaba a su casa, solo y por el campo. Se cayó de la moto. «Siempre me solía poner casco, pero en aquel momento no me lo puse. Caí de cabeza. Es curioso porque no me hice ni un rasguño, ni una herida, ni un poquito de sangre. Solo me machaqué las cervicales», explica. No se podía mover. La gente llegó para auxiliarlo: «Actuaron con buena fe, claro, pero los médicos me dijeron que el propio traslado empeoró el pronóstico».

«La imagen no se olvida»

Paco forma parte de la asociación de lesionados medulares Aspaym, cuyo presidente en Castilla y León es Francisco Sardón (Valladolid, 1969). Francisco también ha salido a la calle en varias ocasiones para reclamar prudencia a los conductores. Además, imparte charlas en los colegios y trata de inculcar buenas prácticas en chavales que están a punto de coger su primera moto. «El profesor puede darles consejos -reflexiona-; pero no es lo mismo que ver a una víctima en directo que les cuenta lo que le pasó». Francisco Sardón va en silla de ruedas desde el año 1988. Habían estado despidiendo a un amigo que se iba a la mili. Cenaron (y bebieron) en un mesón de Villanubla, a diez kilómetros de Valladolid. Regresaron cuatro en un coche. «Yo no conducía, pero da igual. Eso no me exime de responsabilidad». El automóvil acabó volando por los aires y aterrizó en un erial: «El conductor se mató, mis otros dos compañeros salieron ilesos y yo acabé con una lesión medular», resume. Francisco no perdió el conocimiento. «Recuerdo muy bien la primera sensación: yo quería salir de ahí, pero no podía. Y los gritos de mis amigos... Además estaba todo oscuro, era un descampado y no pasaba nadie».

Como le había sucedido ocho años antes al granadino Paco, un traslado mal hecho acabó por causarle la lesión medular. Luego estuvo once meses en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, aprendió a asumir su nueva vida y se convirtió en socio fundador de la asociación que hoy preside: «Vi la necesidad de involucrarme, de concienciar al resto de las personas. Jamás te imaginas que te pueda pasar algo así... hasta que te pasa». Francisco defiende con entusiasmo la necesidad de poner su experiencia al servicio de los demás conductores: «Los anuncios están bien y cumplen su función..., pero no dejan de ser anuncios. Y ya los tenemos asumidos: que si en Semana Santa, que si en verano... Sin embargo, cuando te encuentras con una persona real, como tú, con la que puedes charlar aunque sean dos minutos... Esa imagen no se olvida».

Los alumnos de los colegios riojanos tampoco olvidan fácilmente a Juanjo Rodríguez (Logroño, 1966). Lo ven llegar, sonriente y expansivo, con su silla de ruedas y su raqueta, y se quedan a cuadros. «Los chavales son muy morbosos y les interesa mucho la narración del accidente», explica. Juanjo lo sufrió en el año 1987, cuando por motivos de trabajo regresaba en autobús desde Madrid. Chocó contra un camión y el golpe le dejó hecha trizas la pierna derecha. El pronóstico se complicó con una infección y acabaron amputándosela. «Sé que existe una fase de aceptación, pero yo no sufrí un bajón anímico. Intenté recuperar mi vida normal con bastante optimismo». Lo consiguió, aunque jamás se le pasó por la cabeza que más tarde iba a encontrar su verdadera pasión: el tenis en silla de ruedas. «Recuerdo que, cuando un amigo me lo propuso, me quedé estupefacto. 'Has dicho ¿qué?', le respondí. Yo apenas había jugado al tenis y no sabía ni que existía esa especialidad». Hoy es uno de los mejores jugadores españoles de la especialidad, con decenas de trofeos en sus vitrinas.

Juanjo cautiva a los muchachos con sus habilidades deportivas y, poco a poco, en dosis homeopáticas, les va inoculando mensajes educativos: «A cierta edad, cuando todavía no les resbala todo, los chavales se vuelven como esponjas. Casi ni necesito un guión previo. Son ellos los que preguntan y preguntan. Y yo les respondo y, por el camino, les trato de concienciar sobre la seguridad vial (con la bici, con las motos), pero también sobre el peligro de las piscinas, sobre la aceptación de las discapacidades, sobre la integración...».

Al contrario que Francisco o que Juanjo, Paco Vaquero todavía no ha vivido la experiencia de dar charlas a niños. Aunque reconoce que, a veces, no puede reprimirse: «Cuando veo un grupo de jóvenes que están haciendo locuras con la moto, paro el coche, les llamo y les advierto de que les puede pasar lo que a mí me ocurrió».

- ¿Y cómo responden ellos?

Juanjo Rodríguez, Francisco Sardón, Paco Vaquero y cientos de personas en toda España envían un mensaje de prudencia que, por fin, parece rendir frutos. Ellos encarnan los peligros de la carretera, pero también personifican tres edificantes historias de superación. Quedaron en silla de ruedas, sí, pero viven. Y viven para contarlo.