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Un buen número de personas se concentró el 30 de agosto en Burgos para protestar contra el asesinato. :: S. OTERO/EFE
NUEVE HISTORIAS DE DOLOR (Y 9) ISABEL VELASCO BURGOS/2011

«Parte de mí ha muerto con ella»

Loly, la hermana de Isabel Velasco, está destrozada, como toda su numerosa familia. La Navidad ha acentuado la tragedia

:: ISABEL F. BARBADILLO
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Veinte años de convivencia, dos hijos, uno fallecido. Casi una vida. Con la de su mujer acabó David sin mediar palabra. A cuchilladas. El ascensor se inundó de sangre y los gritos de socorro se estamparon contra las paredes del edificio de la antigua vivienda de la familia, en el populoso barrio burgalés de Gamonal. El hijo los oyó, pero nada pudo hacer por salvar a su madre. El parricida fue tan rápido, calculador y certero que desterró cualquier posibilidad de auxilio. Consumó el asesinato en el escaso tiempo que el ascensor tardó en bajar del séptimo piso al garaje.

Sucedió pocos minutos antes de la cuatro de la tarde del pasado 29 de agosto. Isabel Velasco (49 años) había acudido, confiada, a la llamada de su verdugo para buscar en su antigua casa unos papeles del coche necesarios para el reparto de bienes. Se encontraban en trámites de separación y ella, que nunca había presentado denuncias por malos tratos y que vivía en San Medel, un pueblo próximo a Burgos, cedió. Su hijo, pensaba, estaría también en el domicilio y su marido, David V. J., de 54 años, parecía estar superando el trauma. «Se mostraba amable, dispuesto a arreglar el reparto, a darse a razones, a hacerlo todo de común acuerdo», logra explicar entre sollozos Loly, hermana de la víctima. Pero aquello que le crujía por dentro pudo más.

Solo han pasado cinco meses de la tragedia y la Navidad, en lugar de curar, echa más ascuas a la angustia. «Con mi hermana ha muerto parte de mí», susurra entrecortada. Nadie se ha repuesto, a pesar de que algunos miembros de la familia, incluso el hijo, de 23 años, ha prescindido ya de la ayuda psicológica. «Mi sobrino se encuentra mal, da clases de natación en un spa, pero puedes imaginar que esto no se supera. Yo no lo superaré nunca, nunca. Estamos todos muy mal, destrozados», reitera Loly, que siempre permaneció muy unida a Isabel.

Celoso y posesivo

El matrimonio había pasado por otro amargo trance cuando la niña, de 14 abriles, se quitó la vida hace unos años al lanzarse al vacío. Loly no se atreve a relacionar las muertes. Nadie sabe nada de un asunto tan delicado. Pero sí recuerda los celos de su cuñado David y lo mal que trataba a su esposa. «A veces la daba empujones y la decía que no servía para nada. Después, cuando se separaron insistía en que no podía vivir sin ella, aunque lo que realmente le endemoniaba era que tuviera que repartir con ella el dinero. Como si mi hermana no hubiera trabajado». Lo hacía todos los días en la cocina del Hospital Fuente Bermeja de Burgos. Él distribuía bebidas como autónomo.

Loly Velasco saca fuerzas del dolor, como batalladora que siempre ha sido en lo personal y laboral. Admite que este envite de la vida la ha desmoronado y hasta se siente culpable, a pesar de haberle recomendado a su hermana que no fuera a esa cita. Se pregunta si no podía haber hecho más por ella, algo que hubiera evitado que Isabel acudiera a la llamada de su asesino. Quién podía imaginar tan terrible desenlace.

Algunos familiares respaldaron y participaron en la manifestación organizada en Burgos por las asociaciones contra el maltrato. Un hermano de Isabel pidió, de recuerdo, la silueta blanca que la representaba como otra nueva víctima, la 39 de 2011, de esa lacra social tan difícil de extirpar.

Natividad Cabello, responsable de la Asociación para la Defensa de la Mujer La Rueda, no se anda con miramientos. «Tenía el crimen muy pensado. Como dice un eslogan que he estampado al lado de mi casa, 'no son arrebatos, sino asesinatos'». En este caso no hay muchas dudas, según Loly. David no dejó entrar a Isabel en la vivienda, sino que la esperó a la puerta del ascensor con un cuchillo.

La Rueda lleva 25 años respaldando a las mujeres maltratadas y a las familias de quienes han fallecido a manos de sus parejas o exparejas. «Todos creen que su mujer es suya. El sentido de la posesión no les deja vivir y acaban matando», sentencia Pulido, que lanza una petición al nuevo Gobierno: «Como a cuenta de la crisis se recorte el presupuesto para políticas de igualdad, lo vamos a pasar mal. Se precisa más personal sanitario, vigilancia, medidas de prevención y mayor inversión en educación para atajar el problema», advierte.