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Imputado

Los jóvenes se preguntan para qué sirve una institución como la Monarquía, cuánto dinero cuesta y por qué es necesaria

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La imputación de Iñaki Urdangarin por el juez que investiga las irregularidades delictivas presuntamente cometidas por el yerno de don Juan Carlos, otorga un valor añadido al mensaje del Monarca del pasado 24 de diciembre, cuando defendió que la justicia debía ser igual para todos.

El Rey se mostró entonces alarmado por el desprestigio y desconfianza que percibía estaba afectando ya a algunas instituciones. Es cierto. En el último barómetro del CIS la Monarquía española suspendía en la apreciación de los españoles por primera vez desde la recuperación de la Democracia. Las contundentes palabras del Rey, unidas a un lenguaje corporal y a una manera de enfatizar determinadas frases que eran nuevas en ese tipo de mensajes, estaban informando de la preocupación de don Juan Carlos por las consecuencias que para la Monarquía están teniendo ya las corruptelas presuntamente cometidas por Urdangarin.

En una situación de crisis económica gravísima, con miles de jóvenes sin empleo, sin vivienda propia y con el paro como único horizonte; en una situación en la que miles de ciudadanos están siendo desahuciados por no poder pagar la hipoteca, o se tienen que ir de su país para buscar trabajo, el que aparezca un miembro de la familia del Rey acusado de utilizar una ONG como pantalla para detraer dinero público, que presuntamente se colocaba luego en paraísos fiscales, resulta abrasivo para la imagen de la institución. Irrita en sí mismo, e irrita aún más en plena crisis económica.

Para una buena parte de la población española, la que nació en un régimen de libertad y con la figura del Rey como acompañante habitual de las Nochebuenas desde su infancia, la Monarquía no representa lo que significa para la generación de españoles que vivió la transición. Entonces el Rey se ganó una legitimidad entre los ciudadanos; incluso los no monárquicos valoraron su papel tras el golpe de Estado del 23-F de 1981. Ese respeto explica en parte la sobreprotección informativa de la que ha gozado la Casa Real hasta hoy. Ahora, los más jóvenes, sean de derechas o de izquierdas, se preguntan para qué sirve una institución como la Monarquía, cuánto dinero cuesta y por qué es necesaria.

A esas preguntas ha tratado de contestar el Rey en su mensaje y al informar de sus cuentas, empujado sin duda por el escándalo que las actividades de su yerno ha provocado en los españoles.

Urdangarin ha sido imputado y queda ahora un largo proceso: declaración ante el juez el 6 de febrero, posible juicio, sentencia..., que va a socavar la imagen de la Monarquía. El Rey ha desvinculado por completo a la Institución de la actuación de Urdangarin, pero quedan episodios de desgaste.