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Fenicios e integrados

La corrupción política es algo que se acepta sin complejos cuando es de los nuestros

Rafael Martínez-Simancas
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Es curioso (por decirlo suave) cómo a los partidos políticos les ha parecido muy bien el discurso del Rey en el que pedía «ejemplaridad» en todos los niveles de las instituciones (también en los partidos). PP y PSOE aplauden el gesto pero no toman medidas, ya se sabe que la corrupción es aquello que siempre le pasa a los demás, a ser posible aireada con escandalera e imágenes en televisión.

En las palabras del Rey en su mensaje hay un enfado profundo hacia aquellos que han tomado las instituciones en beneficio propio, pero tanto en el PP como en el PSOE mientras la bronca le caiga a Iñaki Urdangarin están dispuestos a asentir con la cabeza las veces que hagan falta. Ahora bien, cuando a ellos se les pide comportamiento ejemplar entonces les da una carraspera de tanatorio que son tan incómodas de cortar sin un caramelo. El Rey ‘indignado’, un Rey de 15M, recuerda aquello que los ciudadanos le dicen al CIS cuando les preguntan: que la corrupción es una manera de entender la política por la puerta de atrás y que está más asentada de lo que pensamos, de ahí el rechazo a la clase política que es injusto en su globalidad pero que encierra grandes verdades.

La corrupción es algo que se acepta sin complejos cuando es de los nuestros, y así, desde la etapa de Roldán hasta la fecha, hemos vivido todo tipo de mentiras contables y hemos visto desfilar a una cuerda de desahogados sinvergüenzas a los que no les tembló el pulso al meter la mano en la caja pública (o en la caja privada de un banco cuyo agujero luego contribuimos generosamente a rellenar). Y, lejos de pedir perdón o de admitir sus errores, algunos hasta dan consejos en la tele para salir de la crisis.

Podría escribirse una reedición del famoso libro de Umberto Eco, ‘Apocalípticos e Integrados’ pero escrita ahora como ‘Fenicios e Integrados’, los primeros serían los encargados de hacer negocio sin escrúpulos y los segundos cometerían el acto de latrocinio desde dentro de las instituciones. Unos y otros trabajando para la misma causa, ya sea en versión cita de gasolinera, trajes regalados, comisiones del AVE, o mansiones como la de Matas, donde las escobillas del baño salían más caras que una cúpula de Barceló.

Eso sí, mientras el Rey solo haga referencia a su yerno los demás todos tranquilos porque constatan que no les afecta. Deben pensar que esto son cosas que le pasan a los duques y entre ellos se apañarán. La maquinaria del pillaje sigue funcionando a diario, bien engrasada, con naturalidad, como si el mundo fuera un lugar lleno de comisiones que nadie en su sano juicio dejaría pasar. Sí, muy ejemplar todo, muy a prueba de ruines, desahogados y estafadores. Muy lo que se lleva, diga lo que diga el Rey en la tele.