«Hay españolas que antes venían a por criada y hoy me piden trabajo»
Las 'monjas del Inem' recuerdan casos como el de una catalana de 78 años que, obligada por la crisis, sigue cuidando a dos nonagenarios enfermos
Actualizado:Dice la hermana Encarna lo que muchos, que a las monjas se las reconoce de lejos aunque vayan sin hábito: «Sí, yo veo a dos mujeres al otro extremo de la calle y digo 'mira, ésas son monjas', porque vamos, no sé. sencillas, con colores apagados... y la cruz al cuello, claro». También es fácil detectar a las españolas que se suman a unas colas dominadas por mujeres con rasgos de otros países. Aunque sean minoría, cada vez se las ve más. «Primero todas eran españolas; después, cuando empezamos con la inmigración, todas eran de fuera. Pero ahora, con la crisis, cada vez hay más mujeres de aquí», lamenta sor Encarna. Que se lo digan a la hermana María Victoria, en el convento de María Inmaculada de Málaga, que se ha topado con «muchas mujeres que antes venían a pedir chicas para sus casas y ahora me solicitan trabajo». También sucede en Bilbao, según la hermana Ana María: «Una situación que las provoca mucho pudor», admite la monja. El porcentaje de españolas que hoy acude a las denominadas religiosas del servicio doméstico se sitúa entre el 10% y el 15%, cuando hace solo unos años era casi imposible encontrar a una.
En la abultada cola de sor Encarna hay casos muy curiosos. Acaba de dar trabajo esta semana a una joven barcelonesa de 28 años que declina la invitación de este periódico para contar su historia. Pero sí acepta otra catalana 'algo' más mayor, 78 años, que todavía no puede dejar de trabajar. Y eso que es difícil colocar a personas de edad tan avanzada -junto a las muy jóvenes-, solo las quieren para cuidar gente mayor. Como es el caso de esta casi octogenaria que se dedica a cuidar de dos nonagenarios. Menos mal que tiene energía y atenúa los dolores que le achuchan «con dos calmantes vitaminados al día». Oculta su verdadero nombre bajo otro falso, Remedios Casal. Trabajó haciendo fajas y ligas, luego de secretaria, después en la empresa Fogo (la de aquel anuncio de los primeros 80, «¿Moscas, mosquitos? Pim pam pum fogo»), más tarde fabricó piezas de ropa estampada, luego puso una panadería...
«A mi marido le dio una embolia hace ahora 14 años y tuve que seguir trabajando. Yo estaba desesperada porque la panadería no funcionó. Conocí a la hermana Encarna y me hicieron una prueba como cocinera de las monjas». Y se quedó con ellas seis años, haciéndoles «unas paellas bien buenas». Después de aquello tuvo que seguir en casas como asistenta. «Ahora estoy cuidando a una pareja, ella tiene 94 años y está con alzheimer y él tiene cáncer. Voy todos los días de nueve de la mañana a cinco de la tarde. El fin de semana tengo libre, pero si me sale algo lo cojo, aunque me paguen menos por la crisis».
No hace cola porque las monjas la conocen. «Mira, es que tengo que pagar los 600 euros de alquiler y mi marido solo recibe 500 de pensión». Él se queda en casa y se maneja más o menos bien, pero a veces Remedios le pregunta cosas y no se acuerda. «Hace tiempo que no me he comprado ropa, pero Encarna me busca faldas o jerseys. Son tan buenas. Estoy enamorada de ellas, y la gente también. Le llevan muñequitos y tonterías para agradecerle. Encarna es muy valiente y sigue adelante, pese a que esto está desmadrado de gente y a que ella también se está haciendo mayor».