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Editorial

Tempestad franco-turca

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El Parlamento francés votó el jueves por holgadísima mayoría una ley que impondrá cárcel y/o multa a quien ose negar que hubo un genocidio armenio a manos turcas en 1915-17. La ley no lo dice con tal crudeza, pero como las matanzas de entonces son consideradas «genocidio» a ciertos efectos, se equipara su negación al delito de negar la matanza de judíos en la Alemania nazi. Hay que recordar que solo votó -y con la modesta concurrencia de 50 diputados- la Cámara baja, y el proyecto podría no llegar nunca, o no llegar a tiempo al Senado. Si tal cosa ocurre, ello será la prueba de que entre las razones de la iniciativa no escasea un cierto interés por cortejar al medio millón de franceses de origen armenio en tiempos preelectorales. Dicho esto, la reacción turca es de una contundencia tal vez excesiva: retirada temporal del embajador y suspensión de toda coordinación franco-turca. Un desastre entre dos socios de la OTAN que nunca debió producirse. Una cierta imprudencia de Sarkozy no lo explica todo, pero muchas voces, incluso o sobre todo en su propio campo, lamentan lo sucedido y no apoyan la discutible iniciativa.