Valoración positiva
El nuevo Ejecutivo hereda problemas que no podrá eludir y que han de ser su prioridad
Actualizado: GuardarEl Gobierno Rajoy ha merecido una valoración positiva prácticamente unánime en cuanto a la competencia, experiencia y trayectoria de lealtad que ofrecen sus integrantes. Un punto de partida que facilita la tarea del nuevo Ejecutivo pero que, al mismo tiempo, le compromete. La alta calificación va por delante de la actuación con la que los ministros recién nombrados deberán hacerse merecedores de la misma. Pero obliga también a los partidos de la oposición y, en general, a los interlocutores del Gobierno a mantenerse ellos mismos a la altura de la nota que han concedido al Ejecutivo. La estructura del nuevo equipo sitúa en una posición relevante a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Su designación por parte del presidente adquiere especial valor en un doble sentido: representa el justo reconocimiento a una labor intensa y a menudo poco gratificante desarrollada en la oposición y, por encima de todo, la vindicación de las dotes que una mujer joven puede reunir para desempeñar tan alta responsabilidad. Con el nombramiento de Sáenz de Santamaría al frente de una vicepresidencia única Mariano Rajoy asume personalmente la dirección última de la política económica. Se trata de una decisión coherente ante el principal desafío al que se enfrentan los españoles; un gesto de responsabilidad que es consecuente con la llamada al esfuerzo colectivo reiterada por el presidente. Como ocurre en cada alternancia de Gobierno, el nuevo Ejecutivo hereda un catálogo de problemas que, además de no poder eludir, deberán convertirse en su prioridad. Es el caso de la definitiva extinción de ETA. Su disolución es algo que el Gobierno solo puede perseguir en aplicación de los principios del Estado de Derecho. Un objetivo que la banda terrorista debe asumir como responsabilidad propia, sin que las instituciones democráticas admitan que se les transfiera la carga, y con ella la culpa de la persistencia de ETA. Es evidente que la trama etarra intenta ganar tiempo postergando su disolución aunque mantenga el cese de sus actividades violentas. Su pretensión está clara: trata de optimizar los réditos políticos que la ritualización de su ineludible final pueda aportar a la izquierda abertzale. Un juego ante el que Rajoy puede y debe mantenerse impasible.