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Espías que se enteran por el BOE
Los traspasos de poderes reflejan el peso de los ministros en el Gobierno y las filias y fobias entre los dirigentes del PP Rajoy recibe su primera amonestación por no contestar a los medios
MADRID. Actualizado: GuardarLas ceremonias de traspaso de poderes suelen deparar situaciones curiosas, pero la de ayer destapó una sorpresa monumental a la par que preocupante. Los servicios de inteligencia, el CNI, se enteraron de que dejaban de estar adscritos al Ministerio de Defensa para pasar a Presidencia por el Boletín Oficial del Estado. Tan hermético y desconfiado es Mariano Rajoy y discreto su entorno que los espías no fueron capaces de detectar con antelación quién iba a ser su nuevo jefe, en este caso jefa, Soraya Sáenz de Santamaría.
El presidente del Gobierno, a su vez, también comprobó desde su primer día alguna de las servidumbres del cargo. Como candidato del PP demostró ser alérgico a los medios de comunicación o a comparecer ante ellos. Los medios lamentaron y criticaron con cierta resignación su actitud. Pero una vez ungido presidente del Gobierno su mutismo afecta al interés general.
Todo esto viene a cuenta de que Rajoy cuando leyó anteayer la relación de sus ministros no admitió preguntas. Mejor dicho, aceptó una técnica y como el contenido no fue de su agrado, dio las gracias, se dio media vuelta y dejó con un palmo de narices a los informadores. La Federación de Asociaciones de Periodistas de España, la Federación de Sindicatos de Periodistas y la Asociación de la Prensa de Madrid protestaron ayer por ese comportamiento, que no dudaron de calificar de «falta de respeto al derecho a la información».
Por lo demás, los actos de traspaso de carteras evidenciaron los nervios de siempre entre los ministros entrantes y el alivio de los salientes. Luis de Guindos como titular de Economía y Competitividad realizó un triple intercambio por la acumulación de competencias en su departamento. Tuvo foto con Cristina Garmendia, por las competencias de innovación y desarrollo empresarial; con Miguel Sebastián, por las de comercio, y con Elena Salgado, por el grueso del Ministerio.
También alguno pensó que había entrado en el túnel del tiempo. Cristóbal Montoro regresó a 1996, cuando se hizo cargo por primera vez de Hacienda, trabajo que ahora repite. Como entonces también recibió el maletín de un socialista de la cosecha Felipe González, pero no del ministro de Hacienda, que no existía, sino del de Administraciones Públicas, Manuel Chaves, porque Montoro también ha recibido sus funciones.
Pero la ceremonia más abigarrada fue la de Interior. Arroparon a Jorge Fernández Díaz personajes de todo color y pelaje, desde el arzobispo general castrense, Juan del Río, nunca se había visto tan alta magistratura católica en el palacete del paseo de la Castellana, a un diputado de CiU, Jordi Jané, quizás por aquello de haber compartido asiento en la Mesa del Congreso porque, desde luego, no hay sintonía ideológica con el nuevo ministro, conocido antinacionalista. Fernández Díaz tampoco ocultó su vertiente ultracatólica y aireó su devoción por Santa Teresa con la excusa de que la Academia de Policía está en Ávila.
Sin noticias de Esperanza
Alberto Ruiz-Gallardón estuvo arropado por tres exministros de Justicia del PP, Ángel Acebes, José María Michavila y Margarita Mariscal; el exdefensor del Pueblo Enrique Múgica, la ministra de Sanidad, Ana Mato, y el presidente del Senado. No se vio por ninguna parte a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien prefirió acudir a la toma de posesión del titular de Industria y Turismo, José Manuel Soria. Algo hace pensar que tiene más cariño al diputado canario que al ya exalcalde de Madrid.
Donde no cabía un alfiler era en la sede de la Vicepresidencia, en la Moncloa. Soraya Sáenz de Santamaría convocó a medio mundo, hasta Rajoy se dejó ver. Quedó claro quién manda en este Gobierno. Sus comentarios sobre su recién nacido Iván eran seguidos con fruición por una cohorte de altos cargos y periodistas, y si llega a hablar de los agujeros negros o del bosón de Higgs hubiera dado igual. Incluso el presidente del Gobierno quedó en segundo plano, y apenas unos pocos escucharon de su boca que los Rajoy Fernández no irán a vivir a la Moncloa hasta pasado Reyes.
Los nervios afloraron en casi todas las ceremonias, pero fueron muy patentes en Asuntos Exteriores, donde José Manuel García-Margallo se apropió de la cartera antes de que leyeran el decreto con su nombramiento; o en Defensa, donde Pedro Morenés olvidó cerrar su intervención con el consabido y castrense 'viva España'; en Empleo y Seguridad Social Fátima Báñez estuvo a punto de romperse la crisma al bajar los peldaños de la tarima donde tuvo lugar el relevo.
El detalle cutre de la jornada estuvo en Agricultura. Miguel Arias Cañete recibió su cartera con el nombre de su departamento escrito en una pegatina porque no hubo tiempo de grabarlo.