El dilema de Cristina
La infanta se debate entre su papel institucional y el amor incondicional a su marido
Actualizado:El pasado viernes, en las numerosas comidas y cenas de empresa celebradas en Barcelona, el 'trending topic' de la tertulia a la hora del café fue sin duda el caso Urdangarin (ahora apodado popularmente duque de Palma Arena y estrella del 'talonmano'). Y más que el caso Urdangarin (fuente inagotable de escándalos y crueles chascarrillos), la delicada situación de su mujer, la infanta Cristina. «¿Qué hará? ¿Se divorciará de él?». La dramática pregunta se abría paso, como si fuese objeto de apuesta, en ese inconsciente ambiente de un ágape prenavideño en el que la rabiosa actualidad se mezcla con el calor de las copas, la consabida foto de grupo, el reparto de décimos de lotería, los villancicos y los chistes que circulan por internet: «¿Les vas a pedir algo a los Reyes este año? No, este año se lo voy a pedir a su yerno».
Pero a esa hora, y a miles de kilómetros de allí, en el acomodado barrio de Bethesda, en Washington, una mujer de 46 años llamada Cristina de Borbón no estaba exactamente para bromas ni para fiestas. De hecho, ese mismo día, el viernes, tenía previsto asistir a una comida de Navidad con sus compañeros de la Fundació La Caixa, en un restaurante de Barcelona. Sin embargo, tras la decisión de La Zarzuela de apartar a Iñaki por su conducta «poco ejemplar», la infanta optó por cancelar su vuelo a la Ciudad Condal y el posterior de su marido y sus hijos a Madrid. Este año para Cristina no habrá comida de empresa ni Nochebuena en palacio. Esta Navidad toca, según explica alguien que la ha tratado de cerca, «asumir el duelo, porque es tan fuerte lo que le está pasando que todavía le cuesta creerlo».
Navidad y Nochevieja de los Urdangarin en Washington... ¿Decisión conjunta con la Casa Real o plante de la pareja, y muy especialmente de la infanta? La mayoría se inclina por lo primero, pero la felicitación navideña podría invitar a pensar lo contrario. «Lo aconsejable sería que este año en la foto hubieran aparecido solo los niños, al estilo de lo que hace la infanta Elena desde que se divorció», observa un experto en protocolo. Sin embargo, no ha sido así. Para sorpresa de muchos, Cristina e Iñaki han elegido felicitar estas fiestas con una foto de la familia al completo, en la que Urdangarin no solo aparece sonriente y feliz (y firmando 'duque de Palma'), sino que además lo hace justo en ese escenario del que acaba de ser deliberadamente apartado: las escaleras de la entrada principal del palacio de La Zarzuela (tal vez sea la última vez que lo veamos en ellas), porque la imagen recoge la comunión de su tercer hijo, Miguel, celebrada en la residencia de los Reyes la pasada primavera. ¿Una forma sutil de reinvindicar el perfil institucional de Iñaki justo ahora que se lo niegan?
¿Está indignada?
Tal como está actualmente la legislación, y la Casa del Rey ya ha aclarado que de momento no existe intención de cambiarla, los actuales miembros de la Familia Real solo pueden dejar de serlo por muerte o divorcio. Aunque en el caso de la infanta Elena, la infanta Cristina y su marido existe una tercera vía: que el Príncipe de Asturias herede el trono. En el momento en que Felipe se convierta en rey, la Familia Real pasaría a estar formada por él, sus padres (si todavía viven), su esposa y sus hijos. Y las infantas y sus consortes serían únicamente miembros de la familia, sin más, como lo son actualmente las infantas Pilar y Margarita. Pero hoy por hoy, Iñaki Urdangarin sigue perteneciendo a la Familia Real. Es más, Iñaki Urdangarin, auque cueste creerlo, ni siquiera ha sido aún imputado en los casos de corrupción con los que se le relacionan. No obstante, don Juan Carlos lo ha apartado de los actos institucionales por comportamiento «poco ejemplar». ¿Cómo reaccionaría una esposa enamorada ante la decisión de su padre de reprobar públicamente a su marido, antes incluso de que lo acusen los jueces? ¿Es solo Iñaki Urdangarin el que ahora mismo está indignado (según han deslizado sus abogados) o lo está también Cristina?
Que Cristina de Borbón quiere mucho a su esposo nadie lo duda. En el otoño de 1997, la infanta se casó con este apuesto jugador de balonmano más que enamorada, «embelesada», como pudimos comprobar los periodistas que cubrimos la boda. Fuentes próximas a La Zarzuela han llegado a filtrar además que una separación entre ellos es casi impensable porque los duques de Palma son «la pareja que mejor funciona». Ahora tienen ante sí un durísimo reto que pondrá a prueba su relación. Más de dos años de proceso judicial (eso vaticinan los expertos), son una prolongada travesía del desierto capaz de erosionar la relación más sólida. Hasta ahora, Cristina ha seguido siempre a su marido. De hecho, figura como secretaria de Aizoon, la empresa inmobiliaria de Urdangarin ahora también investigada por la Fiscalía, y cuando decidió mudarse a Washington explicó que lo hacía por los constantes viajes de Iñaki y «para mantener unida a la familia».
Pasar de ser una pareja ideal, a la que todo el mundo invitaba y quería, a convertirse en personas incómodas no es fácil de asimilar. Ahora, algunos observan también con otra luz la fría y distante relación que se atribuía a la infanta y a la Princesa de Asturias. ¿Incompatibilidad de caracteres o más bien divergencias entre el Príncipe y Urdangarin por su forma hacer negocios? Cristina cuenta con el apoyo incondicional de su madre, la Reina, como ha quedado patente en la reciente visita de la monarca a Washington, y con el consuelo de su prima e íntima amiga Alexia, que la comprende mejor que nadie porque su propio marido, arquitecto de profesión, lleva imputado desde 2009 por tráfico de influencias y delito contra la ordenación del territorio. Alexia y su familia visitaron a los Urdangarin en su residencia de Washington y en los próximos días no se descartan nuevas visitas de la Reina y de algunos hermanos de Iñaki. Porque lo de regresar a España de momento ni se contempla. La infanta quiere mantener a sus cuatro hijos alejados de este 'tsunami' de críticas y acusaciones contra su esposo que crece cada día, no solo en los medios de comunicación, sino incluso entre los políticos que ahora se descuelgan con frases como: «Era el yernísimo y había que recibirle»,
Deportista, sencilla y amable, pero no tan campechana como su hermana Elena, y algo más distante con la prensa, Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia es, además de la segunda hija del Rey, la primera mujer de la Familia Real española que posee un título universitario (es licenciada en Ciencias Políticas); y, de la dos infantas, la más apegada a una vida privada y anónima. Esa inclinación y su amor al deporte de la vela hicieron que encontrara en Barcelona la ciudad ideal para llevar una vida relativamente normal. Totalmente alejada del 'fashion victimismo', Cristina siempre se ha mostrado más afín a los vaqueros y la ropa casual que a los diseños de alta costura y las joyas. «Incluso en las grandes ocasiones ha optado por lucir prendas de diseñadores españoles bastante asequibles», apunta una periodista especializada en Casa Real. Eso sí, su única concesión a la ostentación y el lujo ha sido muy llamativa. Su espectacular chalet de Pedralbes tiene unas dimensiones y un precio muy superiores a los del piso que, tras el divorcio, adquirió su hermana Elena en el barrio del Niño Jesús de Madrid, donde tiene como vecinos al dibujante Antonio Mingote y a la política Celia Villalobos.
«Situación incómoda»
Sobria, poco dada a los actos espontáneos y fiel cumplidora de su papel institucional cuando le toca (en público, saluda siempre a su padre con una protocolaria genuflexión, incluso en el ambiente distendido de las regatas de Mallorca), Cristina, sin embargo, se ha acercado alguna vez a la prensa para aclarar, por ejemplo, que nunca se ha operado la nariz, explicar que las magulladuras de su hijo Juan no eran producto de una pelea con el primo Froilán e incluso para acallar los rumores sobre una presunta crisis matrimonial. A su sueldo como directora del Área Social de La Caixa se suma la asignación que recibe de la Corona en proporción a los actos en los que la representa. «Ahora mismo -señala una experta en Casa Real- no puede desarrollar una actividad institucional normal porque se encuentra en una situación muy incómoda». En el futuro, dicha asignación podría verse reducida notablemente o incluso llegar a desaparecer en el caso de que la infanta fuera también apartada de los actos institucionales, algo que en palabras de Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, «se verá más adelante».
Educada en unos férreos valores que anteponen la institución de la monarquía a todo lo demás, pero también devota de su marido, Cristina, que en la última regata de la Copa del Rey fue varios días capitana del barco de la Marina Española, se ve ahora obligada a navegar entre dos corrientes cada vez más contrapuestas. Su difícil reto es enfrentarse a una galerna mediática y judicial de proporciones descomunales y lograr atravesarla sin que ni su matrimonio ni su papel institucional acaben yéndose a pique.