Un discurso potente para generar confianza
Rajoy planea un ajuste exigente aunque no aclara cómo promeverá el crecimiento
MADRIDActualizado:Como cabía esperar, Rajoy ha pronunciado esta mañana un discurso potente, de evidente ambición política y de indudable calado, en el que, sin embargo, no conseguido del todo plasmar una visión integral de su propio proyecto, que ha quedado a medias confuso entre la abundancia de propuestas, la prolijidad de los desarrollos y la falta evidente de datos macroeconómicos de partida.
Con respecto a esto último, es digno de mención en primer lugar que Rajoy, citando expresamente a la vicepresidenta Económica del Gobierno saliente, Salgado, ha manejado la cifra de 16.500 millones de euros como la cuantía del recorte que habrá que realizar para conseguir al final de 2012 que el déficit público representre apenas el 4,4% del PIB, pero, como se sabe (y Rajoy no ignora), tal cantidad, que correspondería a un déficit en 2011 del 6%, es a estas alturas muy incierta, ya que según muchos expertos, y a causa del bajo crecimiento de la economía en el ejercicio actual, podría alcanzar con facilidad el 7 e incluso el 7,5%. Y como cada punto del PIB representa una cantidad del orden de los 10.000 millones de euros, se entenderá la imprecisión cuatitativa del presidente electo, quien ha desarrollado un torrente de proyectos de actuación –y numerosas iniciativas legislativas, no menos de doce con fecha concreta el primer semestre- sin cuantificar.
El discurso ha avanzado de lo general a lo particular: las dos grandes directrices de su proyecto son, según ha dicho al principio, estimular el crecimiento y la creación de empleo, por un lado, y asegurar la plaza que corresponderá a España en el mundo que surja de esta crisis, por otro. En realidad, esta doble propuesta ambiciosa y global ha quedado reducida a la cuestión económica, que como es natural ha constituido el gran núcleo de una intervención muy larga –una hora y veinte minutos, 31 folios con letra no muy grande- y bien construida, en la que ha primado la invocación al diálogo porque –la cita es inefable- tener mayoría absoluta garantiza la eficacia pero no el acierto. Gran verdad, que honra a quien la ha depositado hoy en el hemiciclo parlamentario.
Un dibujo muy negro de la realidad
A la hora del diagnóstico, Rajoy ha efectuado un dibujo muy negro de la realidad, temeroso quizá de incurrir en la mismo pecado de optimismo que su predecesor a la hora de describir la coyuntura. Aunque, como es natural, el presidente electo no dispone aún de los datos de cierre de ejercicio, por lo que, aunque en el consejo de ministros del 30 de diciembre se aprobará un real decreto ley de prórroga de los presupuestos, que incluirá un amplio acuerdo de no disponibilidad para incluir el primer recorte, los presupuestros del 2012 se aprobarán más tarde, antes del 31 de marzo.
Una vez efectuado el diagnóstico, las terapias no tenían secreto: un severo ajuste encaminado a tranquilizar a los mercados y un conjunto de reformas estructurales dirigidas a facilitar la labor a los emprendedores y a acentuar la productividad y la competividad de nuestro modelo económico.
El dibujo de las políticas de reforma estructural que se aplicarán ha sido dividido por Rajoy en tres grandes capítulos: estabilidad presupuestaria, que consistirá en el desarrollo de la reforma contitucional ya aprobada recientemente; saneamiento del sectotr financiero, en el que ha apostado por más fusiones, y un conjunto de reformas estructurales muy ambicioso y amplio, que abarcará desde la reformas de las administraciones a la legislación laboral –ha dado de plazo a los agentes sociales hasta la primera quincena de enero-, pasando porla reforma del marco fiscal orientada a favorecer a los emprendedores, una estrategia integral de competitividad, mejora de la educación, etc.
La descripción ha sido genérica, y ha incluido algunos anuncios concretos –la actualización de las pensiones, el fin de las prejubilaciones, la reforma del modelo de la televisiones públicas o la supresión de los puentes festivos, por ejemplo-, pero, como ya ocurrió con el programa electoral, la exposición ha adolecido de vaguedad, quizá porque Rajoy sigue con su tónica de prudencia y quiere evitar pillarse los dedos.
La envergadura de los cambios que se propone realizar ha sido tan intensa que las fornaciones nacionalistas han interpretado, probablemente con razón, una intención intrusista, recentralizadora. En este campo no debe temer Rajoy a la opinión pública: las dos pasadas legislaturas han forjado en este país un rechazo acrisolado al nacionalismo (también al nacionalismo españolista), por lo que en este designio encontrará Rajoy muchos apoyos.
El déficit y la deuda
Como era de esperar, el planteamiento de Rajoy, plenamente ortodoxo y en el plano de la pura teoría macroeconómica semejante al que realizó desde mayo de 2010 el gobierno saliente, puede ser tachado de voluntarismo en una cuestión central: las reformas estructurales, sin duda indispensables e inaplazables –tiene razón Rajoy al considerarlas muy urgentes-, no tendrán verdadero efecto sobre el mercado laboral en un marco de recesión o de estancamiento, y sin embargo el presidente electo no ha hecho hincapié en la necesidad de conseguir estímulos fiscales. Tampoco el sector exterior por sí solo será capaz de obrar milagros. Es la objeción que han hecho las izquierdas europeas al pacto de unión fiscal de Bruselas recién suscrito por 26 de los 27 socios comunitarios: sin estímulos fiscales, las políticas de ajuste complacerán a los mercados pero serán muy dañinas y dolorosas para las sociedades más afectadas por el problema de la deuda. Y no servirán para crear empleo.
Hay que confiar en que la rotundidad de las garantías que ofrece Rajoy en lo referente al cumplimiento estricto del déficit y de la deuda, así como las medidas tendentes a generar liquidez y a facilitar la tarea a los emprendedores, sin olvidar su intención manifiesta de llevar a cabo una reforma laboral definitiva, anime el sistema productivo. Pero sin decisiones macroeconómicas de envergadura encaminadas a la inversión seguirá siendo difícil de creer que España sea capaz de generar en el próximo ejercicio empleo neto con crecimientos que en 2012 no alcanzarán el 1%.