LOS SACRIFICIOS
Actualizado:Mañana lunes saldremos de dudas acerca de cuál es el grado de sacrificio que nos espera en esta nueva era de 'sangre, sudor y lágrimas' a que nos aboca la crisis económica. El discurso de investidura de Mariano Rajoy debe desvelar al fin cuál es su receta para que España y los españoles abandonen la senda de la segunda recesión y remonten la triste marca del desempleo más alto de Europa. Sabremos también quiénes serán los encargados de ponerla en práctica. Para cuando los niños de San Ildefonso canten el Gordo ya tendremos al nuevo Gobierno en trance de tomar posesión y empezar a aplicar la dura medicina, las «medidas no gratas» que habrán de contentar a Europa y a los mercados aunque, a la vista de la evolución de los acontecimientos, no ofrezcan certezas: la austeridad a toda costa parece depresora, pero es difícil gastar cuando no hay liquidez ni crédito.
El país que espera esos recortes no es el que era. Los datos del balance 2010 de Eurostat son estremecedores: España ha retrocedido ocho años, a los niveles de 2002, en el índice europeo de riqueza por habitante y se distancia aún más por debajo de la media de la eurozona. Se acabó el sueño del milagro económico, como se esfuma el de haber logrado una sociedad más justa e igualitaria. La OCDE confirmaba también hace pocos días que la brecha se ha agrandado y los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres y además están más endeudados. El plan de ajuste debe tener en cuenta estos datos.
En contra de lo que pueda parecer, el programa de sacrificios no asusta a la gente, que se resigna a afrontarlo consciente de que no queda otra y convencida de que es preciso poner orden en los dineros públicos, a base de recortar gasto y ordenar la estructura administrativa y sobre todo de acabar con la corrupción, el nepotismo, la subvención, el amiguismo. Con austeridad más regeneración ética la política puede recuperar el crédito y la gente, la ilusión por el futuro. También aquí.