La historia se repite
Los antecesores de Zapatero comprobaron también que sus éxitos iniciales eran barridos por los desaciertos de última hora
MADRIDActualizado:El caso de Zapatero y su nada envidiable salida de la Moncloa no es excepcional. Adolfo Suárez, hoy objeto del reconocimiento general, tuvo un final dramático. La UCD naufragó en toda regla, de tener 168 escaños se hundió hasta los 11; ese mismo partido hizo la vida imposible a su líder con deserciones y traiciones un día sí y otro también. Y no fue lo peor, Suárez pasó de gozar de la confianza infinita del rey a la desconfianza absoluta.
El ruido de sables no era una figura retórica. Los generales no ocultaban su animadversión hacia aquel exfalangista de Ávila, un resentimiento que no quedó en charlas cuarteleras. Se plasmó en un golpe de estado frustrado el 23 de febrero de 1981, cuando, agotado y derrotado, daba el relevo a Calvo-Sotelo. "Soy un hombre absolutamente desprestigiado", confesaba al diario ABC en 1980.
Tras el breve mandato de Calvo-Sotelo, en el que España aprobó la ley del divorcio, firmó su adhesión a la OTAN y se angustió con el aceite de colza, llegó Felipe González con un respaldo político nunca visto.
Tres mayorías absolutas consecutivas, una transformación de la sociedad indiscutible y un notorio protagonismo internacional constituían un bagaje histórico. Pero no se retiró a tiempo -aunque trató de irse dos veces- y llegaron la corrupción, los GAL, las irregularidades de los fondos reservados, las guerras intestinas en el PSOE, las huelgas generales y también la crisis económica.
Aznar representaba el relevo democrático por la derecha, algo nunca visto desde hacía más de sesenta años. Tuvo un primer mandato caracterizado por el acuerdo y la moderación y la sociedad premió aquel estilo con una mayoría absoluta en 2000. Todo cambió en la siguiente legislatura.
El PP se olvidó del pactismo y Aznar embarcó a España en la guerra de Irak con un rechazo ciudadano abrumador, sobrevino la catástrofe del Prestige, el accidente del Yak-42, la huelga general contra el decretazo. Pero sobre todo estalló el 11-M, y el error mayúsculo de intentar esconder la autoría del fanatismo islamista y endosársela a ETA. A tres días de las elecciones, fue definitivo para perderlas y eclipsar los incontestables éxitos económicos y antiterroristas de su mandato.