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«Estamos condenados»

Los profesionales del mar digieren la enésima mala noticia para un sector que vivió tiempos gloriosos no hace mucho

Jesús M. Aragón
Barbate Actualizado:

La flota de Barbate se compone de poco más de una veintena de barcos de cerco, (traíñas como el tristemente famoso Pepita Aurora), y una decena de palangreros, de menor eslora, que cuentan con licencia para la pesca del pez sable mediante nasas con anzuelo. Las especies que capturan son sobre todo boquerones y sardinas, y tienen «muy controlada» la pesca de otro tipo de peces.

Algunos marineros recuerdan las sanciones «por coger dos merluzas para que comiera la tripulación». Todos hablan de un régimen estricto de vigilancia por parte de los inspectores españoles, del Seprona y de la propia UE, que hacen que en ocasiones se sientan «más perseguidos y acribillados que si traficáramos con drogas».

Los pescadores barbateños relatan anécdotas que ejemplifican cómo se desarrollaba hasta ayer su labor en puertos del otro lado del Estrecho. «Allí (en Larache) hay mucha pobreza, y los niños se pelean por unas cuantas caballas que nosotros desechamos». Además, en ocasiones deben contratar la vigilancia de algún nativo para evitar que les roben. «Vienen a los barcos, se cuelan y nos quitan el pescado. Creen que somos ricos».

La actividad pesquera de Barbate es una tradición de décadas, transmitida de padres a hijos. La localidad jandeña ha vivido en el último medio siglo varias etapas de esplendor vinculadas al mar. En los 60 tenía una de las flotas más importante de España, y no hace tanto, a principios de los 90, «aquí había 60 ó 70 barcos», recuerdan los más viejos del lugar.

«Muertos sin dinero»

Pero esa situación ha cambiado. La pesadumbre se hace más evidente a medida que se escucha a quienes solo entienden de redes, plomadas y anzuelos. Manuel Varo y Antonio Sánchez son dos de los armadores de la zona. El primero es propietario de un catamarán que enrola a 17 marineros desde hace varios años. El segundo, que reconoce «no haber desguazado el barco hace unos meses porque mi hijo también se dedica a esto y necesitaba un trabajo», supervisaba ayer la reparación de su traíña. El coste total de la estancia del barco en el varadero ascenderá a 25.000 euros. Y esa inversión se verá frustrada si finalmente no puede fletarlo al caladero de Larache. Con la parada biológica a las puertas, ambas embarcaciones esperan que la noticia del fin del acuerdo con Marruecos sea reversible.

«Los pescadores parece que tenemos la peste. Estamos acosados, y entre el coste del gasoil y que tenemos prohibido pescar melva, bonito o pescadilla no tenemos salida». Tanto Varo como Sánchez reconocen que si no puede faenar en Marruecos deberán volver a hacer uso de su licencia de pesca en el Golfo de Cádiz. Y ambos son tajantes. «No se conoce ningún armador en Barbate que haya muerto con dinero, todos estaban entrampados», bromean.