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El turismo egipcio teme que el avance de los salafistas arruine el negocio

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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Antes de la revolución, Mohamed el Gabry y su hermano Kamal tenían 40 caballos en su establo del barrio de Nazlet al Samman, a los pies de las pirámides de Guiza, y recibían todos los días a decenas de turistas en su tienda de perfumes y papiros. Diez meses después, solo cuentan con la mitad de las monturas. El resto fueron sacrificados y comidos, imposibles de mantener sin turismo. «Hace más de dos semanas que no vendemos ni un solo suvenir. Si hay suerte, entra una persona al día en la tienda». La voz de Mohamed era ayer la de la desesperación.

Desde enero, la inestabilidad política ha hecho desaparecer el turismo de Egipto. Pero los mensajes que envían algunos miembros de formaciones salafistas como Al Nur -que abogan por prohibir el alcohol, las playas mixtas o el bikini- no han hecho sino agravar esta situación. Por eso ayer, cuando se iniciaba la segunda fase de los comicios legislativos, la familia El Gabry votó sin dudarlo al Bloque Egipcio, la coalición laica y principal oposición a los partidos islamistas, «porque son los más abiertos al turismo, los que pueden conseguir que vuelva», confiaba Mohamed.

La industria turística supone el 10% del PIB del país y es su mayor fuente de divisas extranjeras. Además, emplea a una parte tan importante de la población que los directivos del partido Al Nur -que ya se ha asegurado un 24% de los votos- han tenido que poner orden y desautorizar a algunos miembros de su formación, que habían llegado a decir que estatuas preislámicas como la Esfinge son idólatras y habría que cubrirlas.