TURRÓN
Actualizado: GuardarHay blando, duro, de yema, de chocolate y de unas cuantas variedades más que hacen las delicias del goloso de turno, del ceporro campeador en el que nos convertiremos todos en unos días. El turrón es el postre de las fechas señaladas, el peaje que impone la felicidad navideña; sin turrón no se entiende una Nochebuena cristiana, como es debida, como Dios manda. Pero además, el turrón se ha convertido en una meta, en un objetivo: 'comerse el turrón' significa haber pasado inadvertido para las desgracias bandoleras y los azotes del azar en negativo, que ahí están escondidas detrás de cualquier loma para asaltar nuestra tranquilidad. De esto saben mucho los entrenadores de fútbol. Metafóricamente es como si la Navidad fuese una criba para nuestras intenciones, empezando por la más importante que tenemos entre manos, que es la de vivir, yo por lo menos. De momento, amigos, vamos bien, en diez días nos comeremos el turrón, crucemos los dedos, respetemos las señales de tráfico y no nos comamos las setas que ha cogido este fin de semana nuestro cuñado, por si las moscas. También puede pasar que nos comamos el turrón en lo que a nuestra existencia se refiere, pero que no nos lo comamos en otros ámbitos de nuestra vida, como nuestra profesión, o nuestra relación sentimental. Hay diferentes turrones en juego en la bandeja de cada uno de nosotros. Por ejemplo, Zapatero no se come el turrón como presidente del gobierno, y es un turrón que lo tenía ya comprado y casi troceado, pero la dieta es la dieta. El 'yerno indignado' tampoco se lo comerá como en años anteriores, ajeno a los ajenos. Su turrón de este año es del duro, del que cada vez que lo masticas te juegas una pieza dental. Y de sabor amargo, consciente de que, en la mayoría de los hogares, una de las conversaciones que utilizaremos para no hablar de las cosas importantes de la familia, será la que tratará de sus supuestas fechorías; será turrón caducado. Diga que sí, yo también lo he hecho alguna vez: compró una tableta en agosto y se la comió. Sí, amigo, pero eso no es llegar al turrón; cuando compras un reloj, no compras el tiempo. Pasen buen día.