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AMARILLO PANTONE

NOS RODEA

FLAVIA BERNÁRDEZ
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La música está en todas partes, incluso en las pequeñas tareas del día... Cuando sube el agua filtrada del café, el grifo abierto del fregadero, en los pasos que damos alrededor de la casa, incluso en el llanto de un bebé... El cante flamenco pienso que es la música de la vida, que expresa el quehacer diario, lo que más nos gusta, el cómo somos... Por eso en Cádiz, nuestro palo es la alegría, no nos puede definir mejor, es imposible. Qué es el carnaval sin los tanguillos, y el flamenco sin la alegría, esa faceta que no llega a la guasa ni a la novela que algunas veces es la bulería, ni al señorío clasista que también a veces es la sevillana, tan machacada por aquellos que la menosprecian y la vulgarizan con las banalidades inexistentes, pero ridículas de la idiosincrasia del sevillano mediocre. La alegría es mucho más, y por eso ni el mismo Poveda, con la fuerza que transmite su voz y su carisma en el escenerio, logra bordarlo. Se nota tanto cuando se canta que uno no es de la Bahía, que si estamos acostumbrados a escuchar nada más que dentro de Puerta Tierra... luego no nos gusta otra cosa. Nos volvemos los pejigas de la alegría, y unos puristas. Pero por supuesto no nos olvidemos que tampoco hay que ser derrotistas. Miguel Poveda comenzó el domingo su espectáculo en el sevillano teatro de la Maestranza con una alegría. Fue espectacular, pero se nota que no es de aquí. Perfecto en ejecución y fuerza, pero ese deje, ese tú sabes lo que te digo... faltó, pero bueno, de Cádiz allí había poca gente, así que tampoco pasa nada. Pero darle las gracias a este artistazo que nos brindara con su voz ese cante tan nuestro, tan alegre y que parece tan facilón y sin embargo, por fácil que parezca, puede ser el más complicado de los palos si no lo has mamado aquí. Viva la alegría.