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Un invencible verano

Josefa Parra
JerezActualizado:

Un amigo en el facebook (no menciono su nombre porque no sé si le agradaría aparecer aquí de repente) me regaló esta frase con la que vengo sosteniéndome: ‘En lo más crudo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano’. Es del escritor y filósofo Albert Camus, premio Nobel de Literatura en 1957. No sabría decirles a cuál de sus libros pertenece, pero, de cualquier modo, es de esas frases que por sí solas, aisladas de todo contexto, son capaces de encenderte la luz.

Da la casualidad de que incluso las circunstancias externas eran coincidentes. Ha empezado a hacer frío (esa ‘humedad’ de la que nos quejamos a 10 grados los jerezanos, y que no sé si es entelequia pero ‘se te mete en los huesos’), y una, que es veranoadicta, empieza ya a añorar las calores de agosto y sus alicientes. Pero fue sobre todo el sentido de la cita lo que me hizo saltar de la silla. Esa llamada a la esperanza era precisamente el aldabozazo que estaba necesitando. Y es que la palabra siempre nos salva. Nos levanta y nos rescata. Nos pulsa en un lugar recóndito y hace funcionar el mecanismo que parecía agotado. Hoy me agarro a Camus, y quiero pensar (no es que quiera: es que lo hago) que este frío invierno del alma, de la economía, de la política, de la sociedad, de las conciencias, alberga el calor invencible del verano, que ahí aguarda, que brillará en su momento, quién sabe si pronto, quién sabe si ya mismo.

Y confío en que en nuestros inviernos particulares también habremos de aprender a discernir el rayo de sol que augura días mejores, un invencible verano de tintes azules y esmeraldas donde volvamos a ser felices. Lo dijo Camus, me lo recordó un buen amigo, y yo me limito a hacer de vocera de esa esperanza.