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Editorial

Divisiones británicas

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El viceprimer ministro británico, Nick Clegg, dijo ayer sentirse «amargamente decepcionado» por la decisión de su jefe, el líder conservador David Cameron, de vetar el acuerdo de la Unión Europea sobre un nuevo Tratado con explícitas reformas de coordinación fiscal y control presupuestario. Como era de prever, esta anómala situación en asunto tan relevante, suscitó de inmediato especulaciones sobre una eventual crisis de gobierno. Clegg no es 'tory', sino liberal-demócrata, y su posición es el resultado de un acuerdo de Gobierno que provee los apoyos parlamentarios suficientes a los conservadores con pocos réditos políticos a cambio. De hecho el co-Gobierno no es tal, el proyecto liberal-demócrata está estancado. Cameron, en todo caso, ha sobreactuado y, en nombre de la soberanía nacional presuntamente amenazada (sin estarlo realmente) y de defensa de la autonomía financiera de la City, ha aislado al Reino Unido y crece la opinión de que ha cometido varios errores. Entre ellos el de no valorar a fondo qué pensarán en Washington de todo esto, sobre todo tras la rápida felicitación de la Casa Blanca por el acuerdo del viernes.