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Ollanta Humala junto al recién dimitido primer ministro de Perú en el acto de investidura. Abajo, el exteniente coronel Oscar Valdés. :: AFP Y REUTERS
MUNDO

El fantasma del militarismo asusta a Perú

La sustitución del dimitido primer ministro por un teniente coronel retirado desata el miedo a que el Ejército coarte al Gobierno de Humala

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO CORRESPONSAL
LA HABANA.Actualizado:

Apenas cuatro meses después de asumir la presidencia de Perú, Ollanta Humala se enfrentó este fin de semana a su primera crisis de Gobierno tras la renuncia presentada por el ya ex primer ministro Salomón Lerner, la cabeza visible del Ejecutivo en la solución -todavía fallida- de la protesta minera que obligó a decretar el Estado de emergencia en la región de Cajamarca. El mandatario no se tomó mucho tiempo para meditar su sustitución. Unas horas después anunciaba el nombramiento del titular de Interior Oscar Valdés, un empresario y teniente coronel del Ejército retirado que fue su profesor en la escuela militar, y que despertó el temor al regreso del militarismo y un paso atrás.

«El presidente está haciendo unos reajustes de acuerdo a sus facultades constitucionales. No hay ninguna reorganización, la hoja de ruta se va a seguir», señaló Valdés, al abandonar la Casa de Pizarro (sede del Gobierno) la noche del sábado. El nuevo presidente del Consejo de Ministros juró su cargo en la noche del domingo. Confirmó que el Ejecutivo seguirá por la misma senda económica e informó de que serán ratificados los ministros de Economía y Finanzas y de Desarrollo e Inclusión Social. El resto del Gabinete, obligado por ley a dimitir, no estaba seguro.

La noticia de la salida de Lerner, un empresario de 65 años y principal donante financiero de la campaña presidencial de Humala, sorprendió a los peruanos. En su carta de renuncia no dio detalles de su decisión. Únicamente dijo que era para permitir «ajustes en la conducción general del Gobierno».

Las reacciones fueron inmediatas. En general, su gestión fue valorada de manera positiva. Políticos de diversas tendencias comentaron que su labor ha sido «aceptable» aunque su salida «prematura» puede «generar inestabilidad y poca gobernabilidad». También dijeron que actuó con «sensatez» y «racionalidad» tras destacar su «talante dialogante», que «logró concertar con todos los sectores».

La designación de Valdés, en cambio, despierta suspicacias. Alejandro Toledo, expresidente y líder de Perú Posible, reconoció que le «preocupa profundamente la militarización de un Gobierno que fue elegido en democracia. Me preocupa el jefe de Inteligencia. Me preocupa mucho que el presidente Humala le haga más caso a sus asesores militares retirados que a sus ministros». El partido del exmandatario, que apoyó en la segunda vuelta al exmilitar para derrotar a Keiko Fujimori, está replanteándose si lo mantiene tras el cambio ministerial. La legisladora Cecilia Tait dijo que Toledo debería «tomar cartas en el asunto» al entender que «nos están metiendo el uniforme verde, el militarismo de una manera solapada y no nos queremos dar cuenta. No lo voy a permitir y creo que nadie de mi bancada tampoco».

«Es la mano dura»

Para el expresidente todo lo avanzado en el país podría paralizarse por una mala solución de los conflictos sociales. El último, la protesta minera en Cajamarca donde la empresa estadounidense Newmont proyectaba explotar oro y cobre con una inversión de 3.500 millones de euros. El coste era destruir cuatro lagunas en la región andina y los mineros se plantaron en una huelga que todavía colea y que derivó en la declaración del estado de emergencia en cuatro provincias de la zona.

Le tocará a Valdés lidiar con ese asunto, el más complicado desde que en julio pasado su alumno en la academia militar y más tarde amigo personal, accedió al poder. Al menos cuenta con la confianza de los empresarios. No en vano ha sido presidente de varias Cámaras de Comercio y conoce bien el mundo de los negocios. Pero eso le perjudica ante la clase obrera. Según Michael Urtecho, tercer vicepresidente del Congreso, nunca se pronunció sobre agresiones a periodistas en las protestas de Cañete y es «visto como uno de los enemigos en el Gobierno» por los manifestantes de Cajamarca. «Es la mano dura del Gobierno», sentenció.