José Manuel, de 24 años, está siendo asistido por sus padres. :: J. F.
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Barreras arquitéctonicas entre un padre y su hijo

José Manuel no puede ver a su pequeño porque el centro de mediación estipulado por un juez carece de accesos para una silla de ruedas

JEREZ. Actualizado: Guardar
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La vida dio un giro radical para José Manuel LLamas hace un año y medio, cuando una cruel enfermedad lo dejó impedido en una silla de ruedas. Sin embargo, este duro golpe para un joven de solo 24 años ha podido casi equipararse al calvario sentimental que está viviendo, pues desde hace ocho meses las barreras arquitectónicas le impiden ver a su pequeño hijo. Como relató a este medio José Llamas, padre del perjudicado, José Manuel fue víctima de una infección en la cabeza producida por una neumonía y la parte izquierda de su cuerpo acabó totalmente paralizada.

En ese momento se estaba separando de su pareja, con la que tenía un hijo que ahora ha cumplido tres años. La cuestión es que el enfermo, incapacitado para cualquier actividad, tuvo que mudarse a casa de sus padres y, como la relación con la madre del menor no era buena, el juez decidió que los encuentros entre padre e hijo se produjeran en el centro de mediación Mediante.

«Él se tuvo que venir con nosotros porque no podía valerse por sí mismo -explicó José-. Cuando se fue encontrando un poco mejor y quiso acudir a ver al niño surgieron los problemas, porque yo no lo puedo llevar a cuestas por ocho escaleras con 24 peldaños sin ascensor, que es lo que tiene el edificio en donde se ubica el centro de mediación». Según argumentó, a Mediante va otra señora con dificultades similares pero es trasladada por enfermeros, algo que económicamente no se pueden permitir los Llamas.

Por ello, José y los suyos se lamentan de que las personas con discapacidad, a su juicio, no se hayan convertido en la prioridad de ninguno de los gobiernos que han pasado por el Ayuntamiento jerezano. «Nosotros parece que no tenemos derechos -se lamentó-. Nos consta que ya hace siete años Pacheco prometió a la directora de Mediante que le daría otro local más adecuado, pero nunca llegó a cumplirlo. Lo mismo pasó con Pilar Sánchez, que acabó cediendo el que iba a ser para nosotros a otro colectivo. La actual delegada de Bienestar Social nos dijo en agosto que se iba a poner manos a la obra, pero mientras tanto el tiempo pasa y José Manuel sigue sin ver a su hijo».

Grave daño psicológico

En lo que respecta a la madre del menor, la inexistente comunicación debido a una relación tormentosa en el pasado hace imposible que se pueda alcanzar cualquier otro acuerdo o régimen de visitas. A falta de ello, es el abuelo del niño el que no falta ni un solo miércoles a su cita con él en el centro, mientras la abuela se queda cuidando de su padre. «Yo por lo menos puedo verlo pero quien más quiere verlo es su padre, porque es su sangre. Psicológicamente mi hijo también está mal, porque piensa mucho en el niño. Es un derecho que él tiene y que se lo reconoció un juez; aunque no pueda cuidarlo, puede verlo, tocarlo y hablar con él».

Ante esta situación, José hace un llamamiento a las autoridades locales para que tomen cartas en el asunto y se acabe la pesadilla para su familia. «Lo que pedimos son los mismos derechos que tienen otros colectivos, que piensen en los discapacitados y muestren un poco de sensibilidad hacia ellos». Y que lo hagan deprisa porque, como recuerda, el tiempo tampoco juega a favor de su hijo.