Zapatero, ligero de equipaje
Es muy posible que a medio plazo la Historia lo rehabilite. Hay razones para ello
Actualizado: GuardarAmí la política no me va a cambiar», dijo Rodríguez Zapatero al poco de llegar a la Moncloa, cuando su partido apuntaba maneras de balsa de aceite, la situación económica era favorable y la apuesta socialdemócrata del ganador en marzo de 2004, despertaba esperanzas en los sectores de la sociedad más vulnerables. Más de siete años después, para bien o para mal, Zapatero sigue siendo el mismo. La política no le ha cambiado. Frío en los análisis. Tenaz hasta la terquedad para mantener sus decisiones, no siempre compartidas, como ocurrió con el ex vicepresidente económico, Pedro Solbes.
El presidente en funciones sigue siendo muy correcto en el trato personal, aunque no le ha temblado la mano a la hora de descabalgar a colaboradores muy próximos, como Jesús Caldera, que fue ministro de Trabajo. Así, el todavía presidente del Gobierno en funciones se marcha ligero de equipaje, como llegó, pero escaso en amigos. ¡Ay de los vencidos!
Obstinada fue su posición a la hora de negar la existencia de la crisis o al elegir una política de estímulos fiscales cuando las arcas del Estado amenazaban anorexia. Y demasiado cauta fue su actitud cuando, en mayo de 20110, aplicó a rajatabla los ajustes que exigía la Unión Europea, negándose a reconocer que España no tenía ninguna otra alternativa. Sin complejos, ha luchado hasta el fin por la igualdad entre hombre y mujer, por la dignidad de los agraviadas por su condición sexual y por las mujeres maltratadas.
El giro de noventa grados que aplicó a la política económica fue imprevisto. Aunque poco antes lo había descartado, un buen día de mayo 2010, Zapatero anunció en el Congreso su decisión, «cueste lo que me cueste», de aplicar restricciones de enorme calado.
Fue un tijeretazo mayúsculo que redujo los salarios del sector público en un 5% y suspendió para 2011 de la revalorización de la mayoría de las pensiones. Medidas encaminadas a reducir el déficit público pero que acabarían conduciéndolo a una patética retirada de la política. Han pasado más de diez años, desde que el diputado por León se situó en el centro del escenario. Pero parece un siglo. Del vertiginoso ascenso de Rodríguez Zapatero en la valoración de los ciudadanos, se ha pasado a puntuaciones por los suelos. Un balance de la primera legislatura 2004/2008 confirma que su apuesta socialdemócrata, acompañada por la bonanza económica, y su empeño por avanzar en la igualdad, valieron la pena. Superávit presupuestario, incremento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social, kilómetros de alta velocidad, crecimiento de la tasa de empleo, mejora del salario mínimo interprofesional. El balance de la segunda es bien distinto. La crisis y su gestión han hundido a Zapatero. La historia, sin embargo, es muy posible que a medio plazo lo rehabilite. Hay razones para ello.