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Editorial

Un problema de credibilidad

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La Policía rusa estimó en 25.000 personas las reunidas ayer en una céntrica plaza de Moscú cuando todo el mundo triplica tal cifra. Una prueba, anecdótica si se quiere, de la fiabilidad de una institución técnicamente apolítica y al servicio del público y, en realidad, una institución más al servicio de un Gobierno enfrentado a una oposición social en auge y más activa. Incluso sin los severos reproches de Hillary Clinton sobre las irregularidades de las elecciones del domingo había todas las razones para pensar que hubo cierta manipulación en favor de Rusia Unida, el partido del oficialismo putinista. Los manifestantes solo pedían un recuento honesto, pero también algo más y muy relevante: que la oposición acuerde un candidato común para evitar otro triunfo en la presidencial de marzo próximo. No hay duda de que Rusia Unida -un movimiento basado en lealtades y redes clientelares en la inmensa Federación- es el partido con más adherentes y más votos. Y hasta es posible que pudiera ganar sin engaños, pero es penoso el intento de perpetuar un gobierno que es, en realidad, un régimen autoritario alérgico a todo control social. Rusia tiene un problema de credibilidad democrática que perjudica mucho su imagen y debe ser corregido rápidamente por su bien.