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Newt Gingrich saluda al resto de aspirantes presidenciales en un encuentro celebrado en Washington. :: AP
MUNDO

El combate republicano será un duelo

Religión y moral matrimonial centran la contienda entre Gingrich y Romney, de la que saldrá el rival de Obama en las elecciones de 2012

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

En diciembre de 2008, antes de que Mitt Romney tuviera que ceder el paso a John McCain en la carrera por la Casa Blanca, el exgobernador de Massachusetts se paseaba por los centros comerciales de Des Moines (Iowa) con su mujer del brazo, para trasladar en persona su mensaje de campaña a cada uno de los votantes. «Hola, me llamo Mitt Romney y esta es mi esposa, Ann. Llevamos 39 años casados».

Un ciclo electoral después, el disco rayado no ha cambiado. Solo se le ha añadido una nueva estrofa: «He estado en la misma iglesia toda mi vida». El anuncio que esta semana ha llegado a las pantallas de Iowa es un ataque de guante blanco a su nuevo rival, el congresista Newt Gingrich, que acaba de desplazarle como favorito en todas las encuestas. Desde el punto de vista conservador, el exportavoz del Congreso tiene en su historial dos defectos: se ha casado tres veces y ha cambiado su fe baptista por el catolicismo. Además, los dos primeros matrimonios acabaron por sus relaciones adúlteras.

Los demócratas, que le conocen bien desde que lideró la estrategia electoral para arrebatarles el Congreso en tiempos de Bill Clinton, ven en Gingrich otros muchos trapos sucios que exponer, pero no piensan quitarle presión a Romney. Todo indica que la eliminatoria republicana que comenzará el día 3 en los 'caucus' de Iowa -la asamblea en la que se elige a los candidatos- y se definirá durante todo el mes de enero con las votaciones de New Hampshire, Carolina del Sur y Florida será un duelo a dos.

En los meses anteriores otros tres candidatos -Rick Perry, Herman Cain y Michele Bachman- se han turnado en el liderazgo, pero también lo han perdido víctimas de sus propios errores y lagunas, que a menudo han quedado expuestos en la friolera de 12 debates, el último anoche. Antes de que los votantes de Iowa den su veredicto, que por ser el primero suele imprimir un impulso imparable al ganador, los siete aspirantes republicanos que quedan -Cain se ha retirado- tendrán todavía una prueba más frente a las cámaras, pero nadie cree que eso sea suficiente para desplazar a Gingrich, el último en llegar a la cabecera.

Por su temperamento irritable y su mal carácter «narcisista, arrogante, autocomplaciente y desmedido», en palabras del columnista de 'The New York Times' David Brooks, cuantos lo conocen están convencidos de que es cuestión de tiempo hasta que Gingrich se torpedee a sí mismo. Pero tiempo es justamente lo que no le sobra a la campaña de Romney, que se debate entre entrar al ataque para exponer sus agujeros, a riesgo de irritar a aquellos a quienes disgustan las campañas negativas, o reforzar sus posiciones con mano izquierda para seguir siendo el tipo de la sonrisa forzada que lleva ya 42 años con la misma esposa y toda la vida en la misma iglesia.

El reto de ser mormón

El problema de Romney es que esa iglesia es mormona, algo que las huestes evangélicas consideran casi demoníaco. El 28% de los estadounidenses cree que es una secta, y el porcentaje sube al 31% entre los republicanos a los que apela Romney. Su religión es el verdadero motivo por el que los republicanos no acaban de comprometerse con él, a pesar de que lleva cuatro años en campaña y de que sus credenciales económicas deberían ser más convincentes en época de crisis que su matrimonio. El empresario dedicado a rescatar sociedades en apuros para sanearlas y revenderlas se colgó una medalla cuando rescató las Olimpiadas de Invierno de Salt Lake City, hundidas por casos de corrupción, y las transformó en un éxito económico. Lo que no significa que pueda apuntarse el tanto de crear empleo, porque su labor consistía más en despedir a los trabajadores que en crear nuevos puestos.

Eso es algo que ya se encarga de exponer el exgobernador de Texas Rick Perry, que presume de liderar el Estado que más empleo ha creado en EE UU durante la última década, aunque los economistas tengan muchos peros que poner a esa afirmación. Perry aspira a aprovechar la debilidad de Romney entre los evangelistas de Iowa con algo que ya le funcionó al predicador Mike Huckabee en 2008: La guerra contra la Navidad. «Algo va mal en este país cuando los homosexuales pueden servir abiertamente en el Ejército pero nuestros hijos no pueden celebrar abiertamente las Navidades o rezar en las escuelas», dice su anuncio de esta semana. Por supuesto, la guerra contra la Navidad que supuestamente libra el Gobierno de Barack Obama es falsa, pero sirve para reclutar a muchos soldados evangélicos.

Huckabee, que ganó los 'caucus' de Iowa en 2008 cuando nadie lo esperaba, es un libro en el que también estudia la campaña de Romney. Ese año menospreció su ascenso en las encuestas convencido de que el predicador, sin fondos ni organización, no tendría posibilidad alguna de ganar la nominación, como así fue, pero el golpe que le asestó en Iowa arruinó también sus propias posibilidades y abrió el camino a McCain. Sus asesores se lo recuerdan estos días para que no cometa el mismo error con Gingrich y se enfunde los guantes de boxeo sin más demora.