El puente que no será

Me da a mí que los astros se conjugan para mostrarnos, esta semana, un anticipo de lo que se nos viene encima para los restos. Va a haber recortes y va a haber podas, nos van a hacer un legrado mientras a otros solo les harán la manicura, y dejaremos en la cuneta de los recuerdos un montón de comodidades que nuestros padres ganaron para nosotros (porque nosotros, ay, poquito hemos hecho para el futuro) y quizá nuestros bisnietos sean los que tengan que recoger la antorcha y darse de bofetadas para recuperarlas.

Me da que esta semana que perdemos el maravilloso puente de diciembre (el 'acueducto' lo llamábamos, ¿recuerdan?) lo pone de coco y huevo para esas voces que, desde el mundo de la empresa, vienen abogando por la eliminación de esos dos días salteados que nos desbaratan las semanas cuando les pilla por medio un finde. Luego, claro, el otro mundo empresarial, el de la hostelería y la restauración, pone el grito en el cielo porque en esos días se mueve mucha gente, se ocupan muchas plazas hoteleras y se tiran muchas cañas. Lo que no produce uno lo recoge el otro. Se llama capitalismo, creo. Mueve el dinero y crea riqueza.

Este año, martes y jueves festivo, hará la puñeta al mundo de la hostelería y volverá loco al mundo laboral de los demás ámbitos. Y, verán, sí, tienen razón los dos segmentos (como también tenemos, qué caramba, razón los que no queremos que desaparezca el puente), y en treinta y un años de democracia ya tendrían que haberse puesto de acuerdo para satisfacer a todas las partes. Y no es tan difícil: basta con mover una de las dos fiestas al fin de semana más próximo cuando se produce un caso como el de este año.

Ni la Iglesia querrá mover la Inmaculada (aunque ya hemos perdido el Corpus o el día de Santiago, ¿no?), ni los padres de la patria querrán cambiar de día el momento de ponerse la medalla. Pero los americanos, que son más listos que nosotros, celebran su Día de Acción de Gracias como fiesta móvil (el cuarto jueves de noviembre), con su 'long weekend' posterior, y no les pasa nada, sino que encima comienzan ahí mismo las compras navideñas. Moviendo la pasta.