Una ciudad fantasma
Decenas de militares alemanes evacúan a 45.000 habitantes en Coblenza para desactivar una bomba de la II Guerra Mundial
BERLÍN.Actualizado:Coblenza, una pequeña y hermosa ciudad turística alemana donde el romántico río Mosela desemboca en el Rin, se convirtió ayer en una ciudad fantasma, patrullada por soldados y rodeada por un cordón de seguridad que impedía el ingreso al centro histórico. La estación de ferrocarriles fue clausurada, el tráfico fluvial se detuvo en el río Rin y un aire de inquietud contaminó las calles de la localidad a causa de una orden perentoria que recibieron decenas de militares para desactivar una bomba de la Segunda Guerra Mundial de dos toneladas.
A las 6.30 de la mañana, miembros del Ejército comenzaron a patrullar las calles del lugar para recordar a la población que aún se encontraba en sus viviendas que tenían tres horas para abandonarlas. «Teníamos orden de abrir las puertas si la gente se negaba a salir», admitió un soldado. Pero a esa hora, Coblenza se había convertido en una ciudad fantasma. Más de 45.000 personas, la mitad de la población, acataron sin protestar las instrucciones que recibieron en los últimos días y habían abandonado sus casas.
La mayor evacuación de una ciudad alemana, desde el final de la II Guerra Mundial, ya había comenzado el miércoles con el traslado de los pacientes de las unidades de cuidados intensivos de dos hospitales, a los que siguieron el sábado los enfermos ingresados en otras salas, así como los residentes de siete centros de ancianos y 200 reos de una cárcel. Asimismo, más de 2.000 voluntarios cerraron todos los accesos a una vasta zona de la ciudad. Nadie debía encontrarse a menos de dos kilómetros de la ribera del río Rin, donde yacía la bomba de dos toneladas, lanzada por la aviación inglesa durante la última guerra mundial.
Por más de 65 años, el Rin ocultó la bomba pero a causa de la sequía el nivel de la vía fluvial bajó a niveles que nunca antes se había visto y, el 20 de noviembre, un grupo de transeúntes descubrió el artefacto asesino, que tenía el poder, si lograba estallar, de destruir el centro de la ciudad. El río también albergaba otras dos sorpresas: una pequeña bomba de 125 kilos y un barril repleto de sustancias químicas tóxicas.
El centro de Coblenza fue declarado «zona prohibida», una medida precautoria que tenía como fin impedir una nueva tragedia. La onda expansiva del artefacto, de dos metros de longitud, podría haber destruido viviendas en un radio de 50 metros y la metralla se habría expandido a lo largo de 2 kilómetros. En paralelo a los preparativos para evacuar la ciudad, los expertos en desactivar aparatos explosivos procedieron a dragar la zona donde se encontraba la bomba de dos toneladas para poder extraer el detonador.
Después de tres horas de trabajo, un equipo especial dotado con un aparato de control remoto puso fin a la larga espera, que había confrontado nuevamente a la población de Coblenza y al resto del país con el horror de la guerra.
Durante el conflicto, la ciudad era un centro de operaciones estratégico del Ejército alemán y un bastión destinado a frenar la invasión de los aliados que debían cruzar el Rin para poder alcanzar Berlín. Un 87% de la localidad fue destruida por las bombas de los aliados tras el desembarco de Normandía. «Estamos profundamente aliviados», admitió el portavoz de los bomberos, Manfred Morschhäuser, al dar a conocer el resultado del operativo.
Pasadas las 15 horas, las autoridades levantaron el cordón de seguridad y la normalidad regresó a Coblenza, un lugar acostumbrado al hallazgo de bombas y donde las bromas con respecto a la peligrosa herencia de la guerra son el pan de cada día. «Los campesinos suelen cosechar bombas en sus tierras», dijo un militar, mientras velaba por el buen curso del operativo que convirtió Coblenza en una ciudad fantasma.