Jerez

La herencia de la impagable obra del 'perdigón de Dios'

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El año próximo se cumplirán 60 años de la llegada del hermano Adrián. Aún en la postguerra, al menos por lo que a los efectos que el tiempo alargó en materia de necesidad y de miseria, la ciudad no sabía entonces que con aquella llegada -en septiembre de 1952- se habrían de ver atendidas muchas de aquellas precariedades. El que llegaba, menudito de cuerpo e inquieto en la búsqueda de respuestas, comenzó a pasear su hábito hospitalario y su boina norteña por las casas pudientes. Su empeño no era otro que arrimar solidaridad, desde esos grandes apellidos de la ciudad, a los barrios más necesitados.

La estampa se hizo habitual y, junto al desarrollismo de los sesenta y los buenos momentos que comenzarían a vivir sectores como el vitivinícola, los colaboradores con su obra crecerían alcanzando también a economías domésticas medias. Pero, ya para aportaciones puntuales ya atendiendo a esas suscripciones que él promovía, nunca dejó de conseguirlos uno a uno, dejando constancia en constantes caminatas por toda la ciudad de una capacidad, incluso física, que pronto le impusieron el cariñoso nombre de el 'perdigón de Dios'. Unas 50 familias ha mantenido de ese modo hasta el nacimiento de este economato social que bien merece su nombre.