Bonita experiencia
Actualizado: GuardarYo he tenido la suerte de vivir diez años en Melilla. Cada jueves, un compañero sacerdote y yo nos desplazábamos a Nador, la vecina Ciudad Marroquí, -era nuestro día libre-. Uno de esos jueves, estábamos en la plaza de la mezquita central, cuando oímos que, desde el cercano minarete, el mulhacín llamaba a la oración, por curiosidad, más que por otro motivo, entramos en la mezquita y nos situamos en un rincón de la misma, convencidos de que no estábamos en 'nuestra casa'.
Tengo que decir que, ese día, oré junto a muchos musulmanes, de otra manera a como lo hacían ellos, pero oré, y sentí muy cerca la presencia del Señor. Ningún signo hirió mi sensibilidad cristiana.
Algo semejante le pasaba a Fatija, una anciana musulmana que, enfundada en su chilaba, muchas mañanas entraba en la Iglesia del Sagrado Corazón de Melilla y le rezaba, decía ella: 'al Dios Único y Verdadero'.
Un día, sin que yo le preguntara nada me dijo: 'Mi Dios y Tu Dios es el mismo y es Misericordioso. Todos somos hermanos'.
El Hecho me hace pensar: Que una persona que de verdad es creyente es respetuosa y pacífica. Que los signos en cada religión son medios para ir al Fin-Dios y que si hieren la sensibilidad es porque se han quedado en el medio. Que si los signos molestan a algunos es porque esos algunos son unos fanáticos políticos o religiosos.
Desde las altas esferas de algunos partidos políticos, se intenta quitar tales signos de los colegios, aduciendo que estamos en un Estado laico y democrático.
¿No sería más democrático poner los signos representativos de cada grupo, explicando bien su significado y educando en un respeto mutuo? Quitarlos sería, vaciar de valores a nuestros niños y jóvenes.
Al abogar porque se pusieran los signos que cada grupo reclamara, no quiero decir que abogo porque cada grupo pierda su identidad sino todo lo contrario.
La identidad cristiana pide seguir a Jesucristo Dios y Hombre verdadero.
Pero no podemos olvidar que el mensaje de Jesús remite a lo esencial: y que Fhatija lo supo descubrir, ¡Dios es Padre Misericordioso y todos somos hermanos!