Los campeones en la sombra
La Copa Davis sacará “por unos días” a Sevilla de la crisis gracias a cientos de empleados hispalenses que viven entre la ilusión y el desánimo.
SEVILLA Actualizado: GuardarSe llaman Lucía, Ana, José Luis, Antonio, Carlos y un largo etcétera. Son los otros “tenistas”, los que no salen en las portadas de los periódicos. Aquellos a los que ninguna televisión dará cobertura. Tampoco los niños les pedirán autógrafos. Mientras comen un bocadillo de pechuga de pavo a media mañana -“Es que el jamón ibérico me lo he dejado en casa”, sentencia irónicamente uno de los operarios-, Ferrer y Nadal sacan brillo a zapatillas que cuestan una jornada entera de trabajo para los allí presentes.
Ellos son los que desde hace cerca de un mes se esfuerzan en el estadio de La Cartuja para que todo salga bien. Empleados de la limpieza, de seguridad, mezclados con políticos de chaqueta y corbata junto a deportistas de élite. “Tengo cinco autógrafos de Nadal, pero me han pedido hasta quince. Espero que no se moleste”, comenta José Ángel García, uno de los encargados de las lonas. Con cierto aire de idolatría, relata que llevan ya 3.000 metros cuadrados colocados.
La empresa encargada de cubrir el reciento es sevillana, “Todo Toldos”, y como ella, muchas entidades de la localidad han visto como un alivio económico esta Copa Davis. “Mis empleados son eventuales. Gente joven, en paro y que podrán ganar algo para ir ‘tirando’”, asevera José Luis, el coordinador de los 30 coches oficiales que hay para esta edición y que serán los responsables de que los tenistas no lleguen tarde a los partidos. Aunque el sentimiento patriótico siempre tira. “Puede que me toque llevar a Del Potro el viernes, así que si hay que “perderse” por la SE-30, pues mala suerte”, ríe Natalia con picardía, pero sin dejar de negar que como hombre “no está mal”. Y se ruboriza.
“Aunque mejor está Rafa”, interrumpe Verónica, compañera de la anterior y chófer ‘oficial’ de Nadal, como ella misma se ha autodenominado. “Es un chico muy abierto, amable. Siempre me pregunta qué tal estoy. No tiene aires de grandeza”, dice orgullosa. Señala que los hay “menos simpáticos” entre la expedición nacional. Cuando se le interroga por un nombre, el silencio hace presencia. “¿Quieres que me echen?”, pregunta con sorna, aunque continúa: “Con solo mirarlos a la cara se sabe quién es más agradable y quién no. Es el sexto sentido del conductor”.
Del río a la tierra batida
Entre los que se encontraban en el entorno del feudo sevillano estaba un anónimo que pasará a la historia, según él. Todo comenzó hace tres días, cuando la ‘Ensaladera’ arribó a Sevilla en barco desde Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz. En el navío, juntos a las personalidades deportivas y políticas, iba Ángel Escudero, patrón de barco y responsable de la empresa que realizó el transporte. Fue el primero en poder tocar el ansiado trofeo. “Ahora mis huellas dactilares estarán para la siempre sobre ella”, indica satisfecho por algo que considera una proeza, debido “a la gran seguridad” que había alrededor. “Ni que fuera un gran reserva de vino fino de Jerez”, concluye entre carcajadas.
Lo que más impresiona a los presentes es la gran cubierta de acero. Unas 100 toneladas sobre sus cabezas. Y eso asusta. “El otro día la estaban subiendo con una grúa y si no se cayó fue porque Dios no quiso”, recuerda alicaído Javier, empleado de la limpieza contratado para la ocasión. Llevaba dos años en el paro, se le acababa de terminar la ayuda y ya estaba cerca de emprender rumbo a Barcelona cuando lo llamaron. “Fue una alegría, ¿sabe? Mi abuelo se marchó a Alemania, mi padre a Madrid y ahora yo por culpa de la crisis”, afirma casi entre lágrima. Tiene que echar la mano al bolsillo y sacar un pañuelo. Es la contradicción entre la esperanza y la tristeza del desamparo.
Son rostros, como el de Javier, los que más se encuentran en La Cartuja. Entre los deportistas que ganan millones de euros y los políticos que buscan cómo colocarse mejor en la foto, están cientos de jóvenes, padres de familia y amas de casa que reciben la Copa Davis como maná del cielo. España podrá ganar o perder. Pero quien seguro que vencerá será Sevilla, que ingresará unos 30 millones de euros. El dinero más importante lo recibirán familias que quizá mañana tengan que marcharse, como hicieron sus antepasados, fuera de Andalucía, pero al menos hoy todavía pueden disfrutar de su propia vida. “Gracias amigo Davis”, se oye como despedida de muchos cuando acaban la jornada laboral.