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La caja del pueblo
Así es Caixa Ontinyent, superviviente del terremoto de fusiones
Actualizado: GuardarPor las aceras de la plaza Santo Domingo no zigzaguean brokers acelerados y con sus ojos perdidos en el 'Financial Times'. Aquí mandan jubilados y amas de casa. En el edificio de los años 70 y cuatro plantas que sobresale entre una arboleda no se cuela el runrún estridente del tráfico de la Castellana o la Diagonal. En sus salas resuena el tañido del campanario del pueblo. Ni rastro de rascacielos. Pero la planta noble de Caixa Ontinyent no es muy distinta de la de cualquier megabanco. Suelos de parqué, muebles de madera noble, un plasma de incontables pulgadas en una sala de juntas con una mesa que de tan limpia deslumbra, paredes decoradas con los presidentes de la caja, todos serios y circunspectos... Hasta que el visitante atraviesa la puerta junto a la que se lee 'presidencia'. Entonces se comprueba que Caixa Ontinyent sí es distinta.
Un hombre de corta estatura, ojos astutos y pequeños como los de un topillo y andares campechanos se levanta. Sonríe afable. Brinda un apretón de manos con el entusiasmo de un adolescente. Y tras el 'hola' y el 'encantado' protocolarios, lanza una llana y definitoria frase:
- «¿Habéis tomado ya un bocata o no?».
Uno creería estar soñando si oyera eso a Emilio Botín. Pero Rafael Soriano (Ontinyent, 1943) es el presidente de un pececillo bancario entre tiburones financieros. Hace un año había medio centenar de cajas de ahorros independientes en España. Pero el océano quedó revuelto con la crisis y fusiones. Los tiburones se hicieron grandes. O 'mordieron el anzuelo'. Solo en el 'mar' valenciano ha habido dos 'víctimas' de las intervenciones del Banco de España: el Banco de Valencia, ahogado en un charco de 500 millones, y la CAM, anegada entre sueldos escandalosos, viajes de alto postín y hasta dicen que putas de lujo. 'Sobreviven' dos pececillos, las únicas cajas de ahorro que siguen su camino solas, como una suerte de aldeas galas de Astérix en medio de los embates de los 'romanos': Caixa Pollença (en Mallorca y de menor tamaño) y Caixa Ontinyent. Los 'valientes galos' lo ven desde otro prisma: «No somos la segunda caja más pequeña, ¡somos la más grande de España!».
Pececillos, sí. Pero fuertes. Cerraron 2010 con 4,5 millones de euros de beneficios (el Santander, 5.300... hasta septiembre de 2011) ¿Su poción mágica? La llaneza, la cercanía y las operaciones financieras con los pies en el suelo (tienen más fondos de clientes que inversiones y su tasa de morosidad es del 4,8%, con una media en el sector del 8%). Todo lo que representa don Rafael. Aunque en la central de Caixa Ontinyent, el don apenas suena. «En los Consejos de Administración dejamos el DNI en la puerta. Sin ideologías. Votamos y luego vamos todos a tomar un vino», destaca el presidente. Empresario del textil jubilado, Rafael Soriano no ha perdido el carácter emprendedor que de joven le llevó a levantar una fábrica en Puerto Rico, a que le atropellara el auge del dólar, a «perder más dinero que Alemania en la guerra», a levantarse y volver a hacer fortuna con tejido de la India.
Su cargo es honorífico y gratuito. Sin sueldo. El año pasado percibió 11.000 euros como dietas por ir a las reuniones directivas. Calderilla en el sector. Aquí no hay sueldos millonarios ni contratos blindados (solo el del director general y por exigencia legal). «Si tuviéramos que pagar una de las indemnizaciones que suenan, sería nuestra ruina». Lo reconoce Vicent Ortiz, jefe de Secretaría y Obra Social y 40 años en la empresa. Entró como todos los actuales directivos. Desde abajo. De botones, «tras una oposición». De chico de los recados, llevando cafés y recibos embutido en un traje gris y corbata azul de El Corte Inglés. «Yo casi llegué con el chupete», ríe Roberto Cambra, el más veterano con 42 años en la casa, empleado desde los 15 y coordinador de las 47 oficinas de la caja (solo una en Valencia capital).
Don Rafael es más que un hijo del 'poble'. Atesora buenos contactos. Llama 'Eduardo' a alguien que tilda de «íntimo amigo», el exministro y expresidente de la Generalitat Eduardo Zaplana (durante su mandato entró él en Caixa Ontinyent). En la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) preside la Comisión de Control y se sienta 'a la derecha del padre', Isidro Fainé, mandamás de la CECA, presidente de CaixaBank, vicepresidente de Telefónica, Repsol... Soriano recuerda cómo la noche que surgió Bankia le llamó José Luis Olivas y le dijo 'Rafael, ¿te vienes con nosotros?'. Y mantiene buenas migas con Feliciano Blázquez, expresidente de Caja Ávila, «el que metió en política a Aznar». Un hombre de pueblo con oro en la agenda de su iPhone.
El euro de Bernabéu
Aquí la historia gráfica de la caja por su 125 aniversario no la hace un experto por un dineral, sino un empleado en sus ratos libres. Aquí no hay delirios de grandeza por medrar. «No queremos crecer por crecer, sino seguir con nuestra gente. Aquí somos los más grandes. Si la región persiste, persistimos. Si se hunde, nos hundimos». Aquí no hay accionistas. «La gente de la zona son nuestros accionistas...», explica Vicent Ortiz. Los 350.000 habitantes de las seis comarcas en las que opera Caixa Ontinyent (90.000 clientes, como el Camp Nou casi lleno) reciben los 'dividendos' de la caja. Desde los 80, cada pueblo tiene una 'cuenta' abierta. En función del porcentaje de ahorros, la entidad invierte allí otro tanto. 27 vitales proyectos de andar por casa. Abrieron los primeros centros de salud cuando la población aún era atendida en pisos de practicantes, hogares del jubilado, centros de discapacitados, para enfermos de alzheimer... «¡Hola don Rafael!», salta alborozado un residente. Hasta algunos pacientes de alzheimer le reconocen. La terapia de la humanidad.
Por la planta de oficinas camina aprisa Paco Galiana, jefe de Recursos Humanos. En mangas de camisa y sin corbata. Sí se la puso antes para recibir a V, aunque saltaba a la vista que no iba cómodo con ella. «Hace unos meses estuve en una reunión de las cajas en Madrid sobre sistemas de retribución variable y me dije, 'ché', esto no es para mí», reconoce. Cifras desorbitadas para la caja. Se relaja al hablar de despidos. O de su ausencia en Caixa Ontinyent. La no renovación de contratos temporales sí ha recortado la plantilla de 250 a 226 empleados. Pero es una gota de agua en el océano de las 45 cajas de ahorros existentes hace un año: el sector tiene ahora 20.000 trabajadores menos.
'La caja más grande de España' nace en 1881 asentada ya en el capital humano. Entonces era la Sociedad de Socorros La Previsora, una especie de Monte de Piedad que prestaba a gente humilde o asistía con el entierro a una viuda poco pudiente. Y con ese espíritu entró en el siglo XX. Bien lo sabe Vicente Bernabéu. Aguarda en el hall de la oficina principal de Caixa Ontinyent. Su banco desde que tenía 14 años. Hoy lo contemplan ya 82. Dice ser «sobrino de don Santiago Bernabéu», aunque el paso de los años vela una mayor explicación del parentesco. «Me apuntó mi madre, ¡sobre todo porque incluía seguro médico!», subraya con ojos brillantes y enrojecidos por la edad. Viene a por su euro. Su 'paga', las mismas cinco pesetas que Caixa Ontinyent le pagaba en los años 40 y que hoy conserva de manera simbólica. Media docena de ancianos la siguen cobrando mensualmente. «Debo ser de los pocos que ha ganado con el cambio de moneda, ¡de un duro a un euro!», ríe Vicente. Y algo que no se le olvida: «Ah, y nos dan también una cesta de Navidad 'con tot' (con todo)».
Rafael Soriano agarra el paraguas camino de la calle. Amenaza lluvia. «Si llueve, la gente encantada. Aquí hay mucha afición 'als bolets' (a las setas)». Toca visita a las oficinas, allí donde don Rafael no se deja ni un empleado por saludar personalmente. El presidente se cruza en las escaleras de la Caixa con un cliente. Le palmea la espalda. «¡Eh, campeón, ¡no te lo lleves todo, déjanos algo!». Por la calle arrecian los saludos. Y el banquero responde a todos con un sincero apretón de manos. «Ontinyent, ¡bona terra y millor gent! (buena tierra y mejor gente)», explica don Rafael. Aquí, Rafael a secas. O mejor: el presidente de la caja del pueblo.