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Si te pasas, es peor

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La recomendación de don Mendo, el de la célebre venganza, sigue siendo vigente. Hay que ser austeros, pero si nos pasamos de austeridad será peor para todos, no solo para algunos. ¿Qué ocurrirá si los españoles decidieran prescindir de los llamados gastos superfluos? Echarían el cierre no solo las joyerías, sino las tabernas. La cuestión estriba en saber lo que es estrictamente necesario y lo que llamamos caprichos, o sea, entre lo imprescindible y lo gustoso.

El problema no es nuevo. Ya Wenceslao Fernández Florez, que cumple condena literaria por haber escrito 'Una isla en el mar rojo', se afanó por diferenciar ambas cosas. Llegó a la conclusión de que lo necesario es lo que necesita el camello. Me acuerdo de él, porque se nos está prometiendo una larga travesía por el desierto. Ninguna de cal y muchas de arena.

Si todos decidimos ser sobrios para sortear la ruina se arruinarán muchos pequeños negocios. El dinero es un nómada y si la gente que lo tiene opta por custodiarlo en su aduar hasta que vengan mejores tiempos lo que se puede conseguir es el retroceso de los calendarios. «Soporta y abstente». El eslogan de la escuela estoica fue incorporado por un proverbio español que afirma que «lo que basta nunca es poco». Sabias mentiras podridas que nos sirven, y quizá no sea poco, como técnicas de consuelo. La austeridad extremada o es obligatoria o es masoquista. La tendencia humana hacia la felicidad incluye la diversión y, salvo las retransmisiones de los partidos de fútbol, quedan pocas.

Como seamos todos muy austeros, nos vamos a quedar en cueros. En lo que a mí respecta que soy un ejemplo insignificante, pero el que me pilla más a mano, he llegado a la conclusión de que ahorraría algo si me abstuviera de gastar nada. Ya lo decía Woody Allen, que bien pudo pertenecer a la escuela eleática: no gastando ni un puñetero euro cualquiera puede tener dinero para el resto de sus días. Solo consiste en pasarlos peor.