Marruecos apuesta por el islamismo
El partido Justicia y Desarrollo se perfila como el ganador de las legislativas aunque dependerá de las alianzas para gobernar
Actualizado:Por primera vez en décadas, Marruecos ha dejado de ser la excepción del mundo árabe como consecuencia de una primavera revolucionaria que ha terminado por sembrar su huella en el reino alauí. El triunfo del partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD) en las elecciones legislativas celebradas hace dos días demuestra que Rabat no ha permanecido inalterable ante los cambios de la región sino que, por el contrario, responde ahora con sintonía a la reestructuración ideológica que afrontan países de la periferia como Túnez, Libia y Egipto.
Con el 73% de los votos escrutados y a falta de las cifras definitivas que se darán a conocer hoy por el Ministerio del Interior, el PJD se impone con claridad por delante del resto de formaciones al lograr 80 escaños de los 288 distribuidos hasta el momento sobre el total de 395 que conforman la Cámara Baja. Por detrás, le sigue la formación nacionalista Istiqhal y la Reunión Nacional de Independientes, con 45 y 38 representantes, respectivamente, en una cita con la urnas que gozó del 45% de participación, 8 puntos más que la anterior pero todavía muy baja dado que 20 millones de ciudadanos mayores de 18 años no están inscritos en las listas.
Los resultados, aunque considerados como «un cambio histórico» por el director del programa electoral del PJD, Mustafa al-Jalfi, dejan a la formación a merced de las alianzas para poder formar un gobierno ya que es prácticamente imposible que puedan alcanzar la mayoría absoluta. Tal y como precisa la Constitución marroquí aprobada el 1 de julio por el rey Mohamed VI, la fuerza política ganadora recibe el encargo del monarca para la formación de un Ejecutivo que deberá liderar. Pero en caso de no conseguir los apoyos necesarios en un plazo de 30 días o menos, el jefe de Estado encomendaría la misión a otro partido o alianza.
Precisamente la creación de un Gobierno de coalición se presenta para el PJD como uno de sus principales retos dado que excluye la opción de compartir el poder con formaciones como el Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), considerado una creación del Palacio Real, así como con Salahedín Mezuar, líder de la liberal Alianza para la democracia -también conocida como G8- que ya suma 118 escaños. Sin embargo, el difícil camino a recorrer por los islamistas no enturbió la celebración en su sede, donde en vez de champán brindaron con té con menta porque el pueblo «ha elegido la tercera vía, la que se encuentra entre la revolución y el autoritarismo».
Caracterizado por gozar de gran influencia en las ciudades y por defender la democracia junto a la protección y fomento de la identidad islámica en la sociedad, el PJD se mostraba ayer optimista y aspiraba a ganar «hasta 100 escaños» en unas legislativas en las que consiguieron apoyos «en todas la regiones del país». «También en zonas rurales donde antes estábamos ausentes», aseguró el portavoz, Lah-cen Amrani, al citar varias provincias del sur en las que han conseguido imponerse. El partido, con líneas similares a la fuerza política tunecina El-Nahda, se declara un gran admirador del modelo turco y de hecho su nombre es exactamente igual al de la formación otomana que gobierna en Ankara.
Madurez política
«Hay que trabajar con los jóvenes y devolver la confianza hacia la política», explicó el secretario general del PJD, Abdelilah Benkirán, al hacer referencia al alto nivel de abstención, que alcanzó el 55%. Aun así reconoció que los resultados «son una buena noticia para estar al frente de la escena política» y exigen al partido un alto nivel de preparación para hacer frente a «la inmensa responsabilidad» de gobernar el país.
El primer ministro de Marruecos, por su parte, destacó que «pese a los llamamientos al boicot» ha quedado patente «la madurez política de los votantes y la importancia de la reforma» impulsada por Mohamed VI. Asimismo, los observadores de la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo afirmaron no haber constatado irregularidades en las legislativas. Paralelamente, el presidente del Consejo Nacional de Derechos Humanos, Dris el-Yazami admitió «algunas anomalías», pero, en su opinión, se trata de «casos aislados que no afectan el proceso electoral».